Jesucristo, Rey del Universo
Desde el Concilio Vaticano II, la presencia de la Sagrada Escritura se ha hecho más extensa y patente en la vida y en la reflexión de la Iglesia. Pensemos en la amplitud de nuestro Leccionario para las celebraciones litúrgicas: las lecturas propias para cada día del año, los tres ciclos de lecturas dominicales, las lecturas para la celebración de los sacramentos, la Liturgia de las Horas. Estas lecturas, acompañadas de una oportuna predicación, nos acercan, año tras año, a la riqueza y profundidad de la palabra de Dios, que se nos revela en la Sagrada Escritura. Además, desde hace años, la práctica de la lectio divina, o lectura orante de la Escritura, ha provocado que en muchas personas, grupos y comunidades, el texto de la Biblia se haya convertido en su punto de referencia.
En la Sagrada Escritura, Dios nos habla por medio de las palabras humanas que la conforman, ya que en ella habita el Espíritu Santo, y en ella se encarna el Verbo creador de Dios. Leyendo y releyendo sus páginas, además de la persona de Jesucristo, nos encontramos con el ejemplo de muchos creyentes de la antigüedad que, en sus circunstancias específicas, supieron captar la presencia de Dios en su vida y supieron responder con fe y disponibilidad. Es por ello que su experiencia de fe ilumina y guía nuestra propia experiencia de fe. Como dice el salmista: «Lámpara es tu palabra para mis pasos» (Salmo 119,105).
El Vaticano II manifestaba la veneración que la Iglesia siempre ha tenido hacia la Sagrada Escritura, idéntica a la que tiene hacia el Cuerpo del Señor; y por eso que recomendó hacer traducciones precisas para poner el tesoro de la palabra de Dios en manos de todos los miembros del pueblo cristiano. En la Sagrada Escritura encontramos fortaleza para la fe, alimento para la vida cristiana, fuente de vida espiritual y sostén para el testimonio de la fe. Por eso recomendaba a todos los cristianos leerla asiduamente, acompañando la lectura con la oración y la meditación, porque desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo (cf. DV 25, citando el comentario de san Jerónimo al profeta Isaías).
Os invito a hacer la experiencia de leer asiduamente la Biblia, una lectura sosegada y profunda, acompañada de oración personal, abriéndonos a descubrir la palabra que Dios nos dirige, palabra que puede sostener nuestra vida cristiana en medio de las alegrías y dificultades de la vida diaria. ¿Por qué no recuperar, en los próximos días, el evangelio de Lucas, por ejemplo, y hacer una lectura seguida y meditada, a la luz del Espíritu Santo que ilumina nuestro corazón? ¡Que la palabra de Dios sea día a día luz para nuestros pasos! Feliz Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona