Laboa: «A ningún papa se le ocurrirá convocar otro concilio durante mucho tiempo»

Desde la reunión de apóstoles y ancianos conocida como Concilio de Jerusalén, en el siglo I, hasta el sínodo celebrado en Roma el pasado mes de octubre, han transcurrido casi 2.000 años de reuniones de obispos que han dirigido la evolución de la Iglesia. Juan María Laboa, profesor emérito de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de Comillas, ha publicado el 'Atlas de los concilios y de los sínodos', un completo recorrido por la historia de estas asambleas que no sólo han afectado al catolicismo, sino a la cultura y a la sociedad en su conjunto. Lo entrtevista Julio Arrieta en El Correo.

-¿Cómo nacieron estas asambleas?

-Los concilios generales o ecuménicos tenían por objetivo definir lo que las herejías habían puesto en cuestión. Cuando las pequeñas diócesis tenían un problema doctrinal, en lugar de dejar la solución en manos del obispo, se reunían los obispos de una región, estudiaban el problema y decidían.

-¿Y la autoridad de Roma?

-En los primeros tiempos de la Iglesia no tenía la fuerza que tiene ahora. El poder estaba mucho más disperso y el mismo sentido de Iglesia también. Además del doctrinal, estas reuniones de obispos tenían fines prácticos. A lo largo de los primeros siglos, los sínodos fueron los que realmente conformaron la vida práctica de la Iglesia y la vida de Europa. Hay que subrayar el influjo de estas asambleas en la formación de las costumbres y en la cultura de los pueblos.

-¿A qué se refiere?

-Cuando hablamos de cosas como los diez mandamientos o la moral cristiana, nunca reparamos en cómo se han ido formulando. Y fue a través de los sínodos, en los que se trataban algunas cuestiones discutidas.

-¿Como cuáles?

-Durante las grandes persecuciones a las que fueron sometidos por las autoridades romanas, muchos cristianos no tenían la fuerza suficiente para afrontarlas. Cedían y hacían sacrificios a los dioses para evitar ser ejecutados. Para el cristianismo primitivo esa cesión era la aberración más grande, por lo que a estas personas no se las permitía volver a la Iglesia. Con el fin de discutir este asunto se empezaron a reunir aquí y allá algunos sínodos diciendo que habría que darle una segunda oportunidad a esta gente. En estos sínodos vemos discutiendo a los cristianos más rigoristas y los más compasivos.

-¿Cómo se daban a conocer las decisiones que tomaban?

-Durante la clandestinidad, en zonas remotas, tras cualquier sínodo que se organizara, escribían cartas al resto de las iglesias comunicando lo que había pasado. Hubo un trasiego enorme de conocimiento, de normas y decisiones de los sínodos en el Imperio. Así, un sínodo que a lo mejor se celebraba en el norte de África, alejado de todo, influía en muchas diócesis porque esas cartas llegaban y los obispos las aplicaban como normas en sus propias diócesis.

-El panorama cambió cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio.

-Aunque en teoría se mantenía claramente la separación entre el poder y la Iglesia, en la práctica el poder del Imperio fue muy importante en los concilios y sínodos más decisivos, que fueron todos convocados por los emperadores. Ahí había dos intereses distintos. Al mundo cristiano, los obispos y las comunidades, le importaba decidir cuestiones como la naturaleza de Cristo como hombre y Dios. Pero al emperador Constantino lo que le importaba era que el cristianismo no estuviera dividido, porque eso dividía al propio Imperio. La confluencia de esos dos intereses hizo que fuera el emperador el que convocara el concilio y los obispos los que decidieran, en ese intento de unión político-religiosa.

-¿Por eso Constantino se convirtió al cristianismo?

-Se hizo cristiano en parte porque ya el paganismo había perdido su fuerza. Y además quería que el cristianismo fuera la argamasa del Imperio. Pero cuando vio que los cristianos se enfrentaban entre sí, se dio cuenta de que no estaba haciendo un buen negocio, por lo que que convocó el primer concilio de Nicea (325).

-¿Qué papel cumplen ahora estas asambleas?

-Todo el mundo sigue escribiendo y diciendo que el sínodo es un instrumento importante, que es importante que la Iglesia estudie, reflexione y decida. Pero en la práctica los sínodos se reúnen muy de vez en cuando y los asistentes tienen poquísima capacidad de decisión.

-¿Por qué?

-Porque Roma lo decide casi todo y los obispos en sus diócesis lo deciden casi todo. ¿Qué es lo que ha quedado? Las grandes asambleas de América fueron muy importantes, Medellín (1968) y Puebla (1979) sobre todo. Mucho menos importantes son los sínodos de Roma. En ellos se reúnen obispos representantes de todas las iglesias y aunque luego la última palabra la tiene el Papa, al oír a toda la Iglesia para él es muy difícil ir en contra de todos.

-En el último se llegó a hablar de 'El código Da Vinci'.

-Algo anecdótico. Hay que tener en cuenta que en un sínodo hablan 300 personas, y cada uno lo hace según su cabeza. Si alguien habló de 'El código Da Vinci' debió de ser un obispo de donde fuese en el momento en que le tocó hablar. No tiene mayor trascendencia porque seguro que en las conclusiones finales eso ni apareció.

-¿Cómo funciona un sínodo?

-Los asistentes trabajan en grupos de lenguas que se reúnen en sesiones públicas, en las que hablan todos. Luego realizan sesiones privadas en las que grupos de obispos hablan, votan y deciden. Eso se lleva después a las asambleas generales. Ahí se vuelve a votar y las decisiones mayoritarias son las que se aprueban.

-Los primeros concilios abordaron herejías hoy desaparecidas, pero una de ellas, el arrianismo, salió a relucir recientemente a raíz del libro de Pagola sobre Jesús.

-En el caso del libro de José Antonio Pagola dedicado al Jesús histórico se utilizó el término de arrianismo con mucha alegría, como un impacto sonoro para descalificarlo. La Cristología se puede estudiar de dos maneras. Una, desde el punto de vista estrictamente teológico. Y la otra, la de Pagola, desde un punto de vista histórico, tratando los Evangelios como un documento histórico y estudiando desde ese ángulo lo que en ellos aparece. Este enfoque no significa negar el otro. Pagola aclara en la introducción de su libro que aborda el tema desde el punto de vista histórico. Desde luego, la acusación de arrianismo fue desequilibrada.

-¿Volveremos a ver un concilio como el Vaticano II?

-Creo que hoy por hoy no. Ese concilio provocó tanta ilusión... Incluso el mundo general, el mundo laico, se interesó por él. Muchos seguimos pensando que fue algo que modernizó la Iglesia, que la puso al día, y otros piensan que fue la causa de todos los males. Sospecho que durante bastante tiempo a ningún papa se le ocurrirá convocar otro concilio.

-Han ido escaseando con el paso del tiempo.

-Porque en la actualidad hay muchas maneras de resolver cuestiones y detectar lo que piensa la Iglesia. Con los medios actuales, hoy día Roma sabría lo que piensa cada obispo a través de Internet en el plazo de una semana.
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