La obra del jesuita chileno se puede descargar gratuitamente 'El cristianismo puesto a prueba', nuevo libro del teólogo Jorge Costadoat
"La convicción más querida del autor de este libro es que los cristianos y cristianas, codo a codo con otros seres humanos, deben enmendar el curso de la historia pues el riesgo de extinción de la especie y miles de otras más es patente", sostiene Costadoat en su libro 'El cristianismo puesto a prueba'
"La juventud, en general, no hace suya las creencias de sus padres y madres" y "los educadores de la fe han resultado indignos de fe"
"Si en el último milenio se desarrolló un cristianismo de tinte penitencial centrado en el pecado, la culpa y el perdón, en el siglo XX la teología ha querido ocuparse de las consecuencias de estos pecados. Es decir, ha girado en favor de las víctimas de los más diversos males"
"Si en el último milenio se desarrolló un cristianismo de tinte penitencial centrado en el pecado, la culpa y el perdón, en el siglo XX la teología ha querido ocuparse de las consecuencias de estos pecados. Es decir, ha girado en favor de las víctimas de los más diversos males"
INTRODUCCIÓN
El cristianismo puesto a prueba
El cristianismo es una tradición de humanidad. Es amor por los seres humanos. La convicción más querida del autor de este libro, 'El cristianismo puesto a prueba', es que los cristianos y cristianas, codo a codo con otros seres humanos, deben enmendar el curso de la historia pues el riesgo de extinción de la especie y miles de otras más es patente. Así de simple. Así de difícil. Así de imposible. Pero para Dios todo es posible y Dios, que ama a su creación, tendrá que darnos la gracia para salvarla.
Para asumir este reto, la Iglesia requiere hacer ajustes enormes. El Pueblo de Dios en este lado del planeta, empero, no tiene músculos suficientes. Nuestro cristianismo es poco vigoroso. Venimos saliendo de la Cristiandad, era milenaria en la que bastaba haber sido bautizado para considerarse cristiano. Sin embargo, desde el Concilio Vaticano II hasta ahora, la Iglesia ha intentado una reforma evangelizadora formidable. Hoy el Evangelio es mejor conocido. Los cristianos y cristianas, desde entonces, hemos procurado responder con la Palabra de Dios a los acontecimientos históricos, exhortándonos a comprometernos en el seguimiento de Jesús y el advenimiento de su Reino.
Agradezco a la teología posconciliar, en especial a la Teología de la liberación latinoamericana, haber puesto en práctica el Vaticano II. Hoy son otros los temas que ocuparon a los teólogos de hace cincuenta años, pero el método teológico lo he heredado de ellos. Entre aquella generación y la nuestra, la reflexión teológica ha sabido desarrollar una teología feminista, india y ecológica. Este libro es sensible a estas y otras problemáticas.
El cristianismo puesto a prueba consta de una serie de trabajos. Algunos pueden ser difícil de entender para un lector que no es especialista. Nos sucede a menudo. Pero no se puede descartar que con un poco esfuerzo se entienda lo fundamental. Ellos han sido agrupados en los siguientes capítulos:
El primer capítulo alude al declive de la fe en el Occidente tradicionalmente cristiano. En esta área del planeta el proceso de secularización afecta a amplios sectores de Latinoamérica. La juventud, en general, no hace suya las creencias de sus padres y madres. Asimismo, las vocaciones al clero y a la Vida religiosa disminuyen aceleradamente. Además de una descristianización cultural, la institución eclesial misma experimenta una crisis de credibilidad nunca vista. Los abusos sexuales, de poder y de conciencia del clero, y su posterior encubrimiento han dañado gravemente la confianza en los ministros. Estos, los educadores de la fe, han resultado indignos de fe.
En un segundo momento el libro pone en cuestión el modo de entender el ministerio presbiteral. No pueden atribuirse aquellos abusos a la institución del sacerdocio, al menos en un grado significativo, pero la opinión común no cree en el celibato. El problema mayor es el “hombre sagrado”, pues es atroz que abuse alguien que representa a Dios. Pero los sacerdotes, todos por parejo, y no solo algunos, están hoy sometidos al escrutinio de una cultura más democrática y respetuosa de la dignidad de las personas; esta cultura no tolera o desconfía de un cristianismo que pase por algunas personas “elegidas por Dios”, siendo que, en realidad, lo son por una casta cerrada y autorreferente. Se hace necesaria una reforma. Se requieren cambios importantes en la formación del clero. La formación tridentina que resguarda a los ministros del “mundo” y los envía a convertir a este mundo, sin siquiera conocerlo bien, es inadecuada.
En un tercer capítulo se va a la raíz del cristianismo: Cristo. Conforme la cultura contemporánea se ha inmanentizado, es decir, que no necesita de un Dios trascendente para operar, sino que se basta a sí misma con lo que la ciencia y la técnica producen; en la medida que en ella se ha desarrollado una concepción histórica de los fenómenos y de los saberes, también el cristianismo ha procurado verificar la salvación como liberación intrahistórica. Este capítulo cuenta, a grandes trazos, cómo se ha entendido la fe en la Encarnación del Hijo de Dios. Si en el último milenio se desarrolló un cristianismo de tinte penitencial centrado en el pecado, la culpa y el perdón, en el siglo XX la teología ha querido ocuparse de las consecuencias de estos pecados. Es decir, ha girado en favor de las víctimas de los más diversos males. La Iglesia del posconcilio, en vez de reforzar la exportación de un catolicismo europeo y colonizador, ha querido saberse sacramento de Cristo en un mundo periférico y sufriente.
En el cuarto capítulo se pone la vara alta a la vida espiritual de los cristianos y cristianas. Si Dios habla en la historia a través de su Espíritu, ¿cómo podrían las espiritualidades desarrollarse de espaldas a los acontecimientos más acuciantes? La Vida religiosa y toda suerte de instituciones espirituales laicales tendrían que sintonizar sus carismas con el quehacer actual de una Iglesia que quiere anunciar el Evangelio. Hoy la Iglesia demanda compromisos sociales de amor mundi. Por cierto, especial relevancia tiene en este contexto que los cristianos asuman la vocación teológica de la Iglesia. Problemas nuevos requieren ser pensados a la luz de la fe. Debe tomarse en serio que todos los bautizados(as) deben actuar como “teólogos(as)”.
Por último, en un quinto capítulo, nos hacemos cargo de los desafíos pastorales que se presentan a la Iglesia. El Concilio dio un giro de la sacramentalización a la evangelización. En nuestro medio latinoamericano puso a la Iglesia a escrutar sus propios signos de los tiempos, de lo que resultó enunciar una “opción preferencial por los pobres”. Si Dios opta por ellos, es imperioso que la Iglesia también lo haga.
La sinodalidad que el papa Francisco impulsa demanda de los católicos(as) sentar a la mesa a conversar, en igualdad de condiciones, a los pastores con el resto del Pueblo de Dios. Ellos, dada la dificultad observada, son los principales obstáculos. La conversación es el método mediante el cual unas personas comparten sus testimonios. La conversación espiritual genera una Iglesia sinodal. Como dije más arriba, lo que está hoy en juego es la suerte del planeta. El problema atañe a toda la humanidad. Solo dialogando -dirá Laudato si’- podrán hallarse soluciones.
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