Mirando al que traspasaron
Queda abierta la herida y se puede contemplar el corazón. Los Padres de la Iglesia y la exégesis bíblica han sabido interpretar en este gesto, sobre todo con lo del agua y la sangre que manaron del costado abierto del redentor, el nacimiento de la Iglesia y el origen de los sacramentos. En todo caso, es un gesto concreto con el cual se mide la intensidad de la salvación: la Víctima ha sido ofrecida totalmente para la Salvación de la humanidad.
Siguiendo a la Escritura, se nos invita a contemplar al traspasado. Y los padres espirituales de la Iglesia de todos los tiempos han logrado palpar en esta escena la fuerza del amor de Dios. El corazón es donde reside el amor. El amor del Dios humanado se hace sentir por su inmensa misericordia, de la cual nos habla el profeta Oseas. Ver el corazón traspasado de Jesús se contemplan las entrañas del Señor. Su amor misericordioso brota desde sus entrañas y el corazón es lo que hace sentir el amor del Señor a toda la humanidad: particularmente ese amor se dirige a los más pequeños, a los débiles y debilitados por el pecado, a quienes estaban en oscuridad. Al contemplar esta escena se puede seguir lo que Pablo recomienda a los Efesios: doblar las rodillas ante Dios y pedir que Jesús, el Cristo, habite por la fe en cada uno de nuestros corazones. Esto hace pensar que sólo se puede contemplar el corazón abierto de Jesús, desde el mismo corazón de cada quien, lleno de la presencia salvífica del Señor.
A lo largo de los tiempos, la Iglesia ha visto en esta imagen todo lo que se refiere al amor profundo y decidido de Jesús. Para ello, se ha promovido la devoción al Corazón de Jesús. Y, al hacerlo, sencillamente, se ha aceptado la invitación a mirar, contemplar y saborear las riquezas del corazón traspasado. No es otra cosa sino seguir poniendo la mira de fe en quien nos dio las consecuencias radicales del amor redentor.
Pero, al contemplar el corazón traspasado del Señor, no nos debemos quedar sólo en un aspecto piadoso. Tenemos que ir más allá. Contemplar supone dejarse llenar de la fuerza de lo contemplado. Es mirar y ser mirado; es abrir las posibilidades para crecer y animarse a un enriquecimiento personal. Es volver a sentir, en el caso del Corazón de Jesús, el porqué de su acción salvífica… y, sin lugar a dudas, volver a ver en Él los rostros de quienes han sido asumidos por el dolor salvífico del Señor: todos y cada uno de los seres humanos, particularmente los más pequeños, los pecadores, los menospreciados.
Hoy, en Venezuela, donde se le rinde un especial tributo al Sagrado Corazón de Jesús, mirar y contemplar al que traspasaron debe llevarnos a varias acciones. Una primera, volver a descubrir en ese Corazón de amor el rostro de tantos personas que están sufriendo el menosprecio y los efectos del pecado del mundo…los pobres, los que pasan hambre, los enfermos sin atención médica, los presos, los abandonados por quienes se consideran grandes…
Otra acción, es la de dejarnos conmover por la misericordia de dicho Corazón, y, entonces, dejarnos invadir por la fuerza de esa misma misericordia: así, no sólo podremos poner en práctica el amor, sino hacerlo en el nombre del mismo Señor. Esto nos llevará a un compromiso cierto y seguro, para que los hermanos sientan que todo viene de Dios. Y, hacernos eco de lo que aconteció en aquel momento del Viernes Santo. Ser instrumentos para que la gente pueda ver, contemplar y dejarse llenar por el Corazón del Sumo Sacerdote quien ofrendó su vida por toda la humanidad.
Mirar al que traspasaron no es un simple slogan o frase para recordar. Encierra un desafío: una contemplación que va a conllevar una comunión entre el contemplado y quien ve al traspasado corazón lleno de misericordia. De allí una hermosa y clara conclusión: dicha comunión hará posible que quien contempla no sólo se llene de la misericordia sino que sea capaz de transmitirla con la práctica de la caridad operante.
+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTOBAL