Pablo VI y Óscar Romero

En medio de la celebración del Sínodo, hoy tendrá lugar en el Vaticano una doble canonización que ha despertado el interés mundial: la del Papa Pablo VI y la del mártir Oscar Romero.

Giovanni Battista Montini será el tercer Papa canonizado por el actual sucesor de Pedro, después de que fueran elevados a los altares Juan XXIII y Juan Pablo II. Cada uno con su personalidad, tan diferente. Hemos vivido una época de grandes y santos pontífices por la que debemos dar gracias a Dios.
Pablo VI sufrió mucho durante sus quince años al frente de la Iglesia (entre 1963 y 1978). Lo menor fue el atentado que sufrió en Manila, donde un pintor boliviano le asestó dos puñaladas. Le hirieron más las desafecciones y los errores postconciliares, unos años en los que miles de sacerdotes y religiosos abandonaron su vocación y muchos teólogos defendieron principios doctrinales contrarios a las enseñanzas del propio Concilio.

Al mismo tiempo no tuvo miedo de la opinión pública en su defensa de la vida no nacida, y fue visionario del futuro de la Iglesia elevando a cardenales tanto a Karol Wojtyla como a Joseph Ratzinger.

Un día fue visitado por Oscar Romero, que buscó y halló en él protección ante las amenazas que ya padecía. El Arzobispo de San Salvador murió el 24 de marzo de 1980 asesinado por un escuadrón ligado a las fuerzas militares mientras celebraba la misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en el barrio de Miramonte de San Salvador.

San Romero de América, como se le llama en su país desde hace tiempo, fue un símbolo del compromiso de la Iglesia latinoamericana con los pobres, los marginados y la causa de la justicia. Aunque se le vinculó a la Teología de la Liberación, y se le hizo abanderado de ella, no aceptó el análisis marxista ni la lucha de clases, que el mismo Pablo VI había rechazado.

El Papa Francisco dará hoy una alegría muy grande al mundo, y en particular a los países latinoamericanos, con esta canonización tan esperada. Al coincidir con la de Pablo VI será un símbolo de unidad de la Iglesia frente a quienes en algún momento quisieron oponer la popular y la institucional como realidades antagónicas.

Hoy quiero expresar mi profunda alegría a la que estoy seguro que se une la Iglesia de Tarragona por estos dos nuevos santos de nuestro tiempo. Son un modelo de amor a la Iglesia y a la sociedad, con preferencia para los más pobres y necesitados, sean niños en el seno materno o personas abandonadas a su suerte en las cunetas de las ciudades.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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