A Pedro Casaldáliga, por sus 90 años

Era una vez un profeta, con ansias de martirio.
Se juega la vida con los pobres, por los pobres y como los pobres.
Guarda, como un tesoro, un trocito de la sotana ensangrentada de Oscar Romero,
un trocito de hueso de Ignacio Ellacuría,
sangre derramada por los pobres,
mártires del reino y de la liberación.


Y sin embargo Pedro Casaldáliga está viviendo una ancianidad prolongada, con achaques.
Su vida toda fue un milagro,
el milagro de la solidaridad humana y del amor;
la parábola del Samaritano con el indio, con el negro, con el campesino.
Sus huellas martiriales, en el camino de los pobres, son gritos que hoy no se quieren oir.


En sus gestos proféticos se refleja el dolor y el esplendor del VIVIENTE,
Crucificado, entronizado y resucitado.
Con la llegada de Pedro a Sao Felix do Araguaia,
Se siente la caricia de Dios en indígenas, negros, campesinos, peones sertanejos.
Renació la esperanza:
“Ninguna familia sin casa, ningún campesino sin tierra”.


Desde Medellín, en América Latina el Espíritu Santo sopla desde el Sur:
Ahí está la sangre de los Mártires del Reino, las Comunidades Eclesiales de Base,
Y últimamente la voz profética del obispo de Roma, Francisco.


Loado mi Señor,
por estas voces proféticas que empujan a la Iglesia hacia las periferias humanas y geográficas,
a reducir las fronteras de la pobreza,
y en el horizonte, en lontananza, la fraternidad universal.


Admiro a Pedro Casaldáliga porque ejerce de Pastor,
entre médico, poeta y profeta,
maestro, animador, amigo de los pobres.
Y sobre todo, siempre provocador como los grandes profetas.


Pedro no es un “iluminado”, sino que desde la profunda experiencia de Dios
anuncia y denuncia los designios del Señor.


Creo que Pedro Casaldáliga es un hito señero que se levanta en la Iglesia de América Latina y en la Iglesia universal.
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