Sembrar el Reino de Dios
El Profeta Ezequiel nos recuerda cómo también Dios hizo arrancar una rama del alto cedro para sembrarla en lo alto de la montaña “para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble”. Con esta imagen profética, se nos presenta la realidad de un Dios que se preocupa por su pueblo y hace que todos permanezcan lozanos y productores de frutos innumerables.
En los tiempos que vive la humanidad, ésta es la misión de la Iglesia: hacer posible la presencia del Reino de Dios en todos los lugares hasta los confines de la tierra. Es la misión de la evangelización. Esta no puede reducirse a un mero anuncio intelectual y teórico de la Palabra. Va más allá: sembrar la Palabra en el corazón de la humanidad y abonarla para que pueda ir dando los frutos propios de la evangelización, como lo son la salvación y liberación de todos los seres humanos.
Esto conlleva sembrar la Palabra en todo tiempo y circunstancia que vive la humanidad. En los tiempos de crisis que golpea a nuestra nación, la tarea de la Iglesia no puede dejar a un lado esta labor de sembrar el Reino de Dios. Podrá haber aridez, o podremos encontrarnos terrenos pedregosos, o también podremos conseguir rechazo de la semilla… pero aún así, es necesario salir al encuentro de todos para ofrecer la Palabra viva de Dios e ir sembrando el reino, sabiendo que éste lo es de justicia, paz y amor.
Cuando se produce una crisis como la que se vive en el país, puede surgir la tentación de querer atender sólo lo político, lo social, lo económico. Esto, ciertamente, hay que atenderlo. Pero, desde nuestra propia fe y auxiliados por la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, hoy es más urgente que nunca sembrar el Reino. Esto se podrá hacer si se toma en serio la propuesta de Francisco de una Iglesia en salida. No hay que dejarse llevar por el pesimismo y el desaliento, aunque el trabajo resulte duro y fatigoso. Desde las propias familias, las escuelas, parroquias, instituciones y comunidades, los creyentes discípulos de Jesús, por ser también misioneros, hemos de hacer realidad el Reino de Dios, con su justicia, con sus expresiones de caridad… Esto conlleva sembrar ramas donde sea necesario para poder así brindar vida donde aparentemente hay infertilidad en los terrenos de la convivencia humana.
Sembrar el Reino de Dios conlleva sembrar con esperanza. No podemos reducir el trabajo de los cristianos a un mero pietismo o a falsas esperanzas. Llama la atención que muchos grupos se esconden detrás de falsas manifestaciones de piedad y compromiso cristiano, como si con eso se va a resolver la situación. Es necesario acompañar con una ferviente oración la siembra de las semillas del Reino de Dios. Y, junto a esto, resolverse a ser testigos, que acompañan el crecimiento de la semilla, día a día. Es curioso cómo muchos cristianos católicos que proponen “soluciones políticas y económicas” a la crisis que vivimos, ni siquiera hacen referencia a la Doctrina Social de la Iglesia. Puede ser por ignorancia o porque piensan que es secundario. Sin embargo, sembrar esa semilla del Reino exige que, junto a la Palabra de Dios se haga sentir la fuerza renovadora de la Doctrina Social de la Iglesia… Esto conducirá a un verdadero compromiso social de todos en los caminos de la justicia, de la defensa de la dignidad humana, de la solidaridad fraterna…Aunque parezca lento, de verdad se producirá frutos, porque estaremos haciéndolo en el nombre del Señor Jesús.
Es tiempo de sembrar el Reino…no lo dejemos para más tarde.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.