Ven, Espíritu Santo. Con él la Iglesia inicia su misión
Deja que tu vida se llene del Espíritu Santo que Cristo da a su Iglesia. Déjate inundar por esos dones en tus entrañas profundas. ¿Qué significan estos dones? I) Sabiduría: ver las cosas con los ojos de Dios, sentir con el corazón de Dios, saber de Dios, gusto y sabor de Dios. II) Inteligencia o entendimiento: no es inteligencia humana o capacidad intelectual. Abre la mente para entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, todas las situaciones. Es aquello de san Pablo: «Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni entraron en el corazón del hombre, Dios las ha preparado para los que le aman». III) Consejo: es Dios mismo quien nos ilumina con su Espíritu y alumbra el corazón y comprendemos el modo justo de hablar, de comportarse, de caminar. IV) Fortaleza: nos sostiene en nuestra debilidad, nos libera de la tibieza, de incertidumbres y temores. Nos ayuda a dar la vida. V) Ciencia: la fuerza del Espíritu nos ilumina ojos, mente y corazón, para descubrir cómo cada cosa nos habla de Él y de su amor. VI) Piedad: nos habla de nuestra pertenencia a Dios y de nuestro vínculo profundo con Él, que da sentido a nuestra vida. Es la amistad con el Señor que cambia nuestra vida y nos da entusiasmo y alegría. VII) Temor de Dios: no es tener miedo de Dios, pues es Padre y nos ama, nos salva y nos perdona siempre. El temor de Dios nos recuerda la pequeñez. Somos muy pequeños ante Dios y por ello nos dejamos sostener por sus brazos y nos hacemos dóciles, con capacidad permanente de alabanza y llenos de esperanza; todo viene de la gracia que nos llena de misericordia y bondad.
Hagamos un examen de la vida y construyámosla con el regalo que nos da Nuestro Señor Jesucristo, el Espíritu Santo. De tal manera que en nuestra vida se hagan realidad estas tres dimensiones:
1. Vida llena de sentido de universalidad: a ello te ayuda ver a la Iglesia caminando desde su inicio con la fuerza del Espíritu Santo. Es un camino en medio de las dificultades del mundo, con alegría, en fiesta. Y así lo tiene que hacer hoy, en medio de un ambiente secularizado. Debes de ser consciente de que nuestro mundo está lleno de energías que aparentemente no se ven, pero están. Nosotros, los cristianos, vivimos de la energía más grande, de la fuerza del Espíritu Santo que nos llama y nos hace vivir con nuestro nombre verdadero: hijo de Dios y hermano de todos los hombres. De tal manera que la Iglesia es una alternativa a una sociedad que se cierra sobre sí misma. Ella nos abre a todos, porque apoyados en la fuerza del Espíritu Santo confiamos, no tenemos miedos, nos abrimos a la absoluta confianza de quien nos dijo y nos sostiene en ese «no tengáis miedo», «veréis cosas mayores».
El Espíritu Santo nos hace nacer de nuevo, ¿cómo? Entrando en todos los caminos, en todos los hombres y para todos los hombres. Nunca pensando solamente en mí y en el bien de uno mismo. El ser humano sufre siempre por falta de visión y por ello debe abrirse a la perspectiva que le da la Palabra del Señor, su acción. Es necesario cultivar la visión, la que nos da Cristo por su Espíritu. Creemos hombres fuertes llenos del Espíritu Santo, que harán sociedades fuertes. Conectándonos con el otro en su verdadero valor, nos conectamos en la solidaridad. Ello nos hace vivir en medio del pueblo con cordialidad, entusiasmo, llenando de una atmósfera de amor, que es el amor mismo de Dios, todo lo que toca nuestra vida, siempre en actitud cordial. La Iglesia tiene que desarrollar el sentido social y hacer crecer la conciencia religiosa, cambiar la cultura, sosteniendo a las familias, dándoles entusiasmo por ser iglesias domésticas, como en el inicio de la Iglesia.
2. Vida que trae y entrega la novedad: muestra la gran novedad que trae el espíritu de apertura que da el Espíritu Santo. No tengas miedo a fundar la vida en esas convicciones firmísimas del cristiano que te hacen vivir las experiencias nuevas. Que no te llevan a perder la identidad y la apertura que han de caracterizar tu ser de cristiano en profundidad. No tengas miedo a encontrarte con las grandes confesiones religiosas, pues el espíritu de apertura has de fundarlo en convicciones firmísimas de hombre de Iglesia que no cesan de invitar a quienes nos encontremos a la oración y a la meditación. El Concilio Vaticano II es un acontecimiento y una experiencia de comunión fraterna entre los cristianos, pero también una llamada a crearla donde se rompió, a aumentarla donde se va evaporando y a manifestarla para ser creíbles. Pero ello es obra del Espíritu Santo.
El Concilio Vaticano II nos habla de proclamar la verdad sobre Dios y sobre el hombre en un mundo dominado por el materialismo y la ausencia de Dios. Tengamos el atrevimiento y la osadía de hacerlo con nuestras vidas. Poner a la Iglesia en misión, como describió el Papa beato Pablo VI en Evangelii nuntiandi y el Papa Francisco en Evangelii gaudium, es un reto; es el reto de poner a la Iglesia cumpliendo lo que mandó el Señor y para la que le entregó el Espíritu Santo. Es su misión en el mundo tal y como es el mundo hoy.
3. Vida con un modo nuevo de vivir, de fervor y disponibilidad: vivir con los dos pulmones, occidental y oriental, es una necesidad que el Espíritu Santo nos da a conocer y que nos ayuda a respetar y descubrir en profundidad los derechos humanos, la libertad, las grandes cuestiones sociales. Es más, la aceptación generalizada de la carta de la Declaración de los Derechos del Hombre no corresponde a la realización concreta de su espíritu; al contrario, a veces el espíritu de la vida social de algunos pueblos está en abierta contraposición con la letra de los derechos, por ejemplo con el tema de la libertad religiosa. Hay que seguir preguntándonos: ¿qué quiere decir ser católico después del Concilio Vaticano II, en esta realidad concreta en la que vive nuestro mundo? No desestimar absolutamente nada de lo que dicen todos los documentos del Concilio e interpretarlos a la luz de la identidad de la Iglesia y de su misión. Solamente el Espíritu Santo nos hará comprender el tiempo que vivimos y discernir los signos del mismo tiempo. Permanecer en la Iglesia y dar a la misma la forma de auténtico Pueblo de Dios. Creo que aquí valen las palabras del beato Pablo VI: «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio» (EN 41). Cristo nos pide que, con nuestra vida, demos a saber lo que Él piensa, cómo quiere que vivamos los hombres, y cómo hemos de ver la vida. Lo que sí es claro es que el ser humano se afirma a sí mismo de manera más completa dándose. El Espíritu Santo nos sitúa en la lógica de darnos.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid