¡Viva Cristo Rey!

Durante la revolución mexicana llamada de los Cristeros, los católicos fueron perseguidos por el Gobierno anticlerical y con características propias de ateísmo. Pero, los católicos, lejos de amilanarse, no dudaron en confesar su fe. Sobre todo, los laicos, no temían en exclamar “¡Viva Cristo Rey!”. No importaba si los vejaban, despreciaban, torturaban y hasta asesinaban. Hay numerosos ejemplos transmitidos por crónicas hechas en aquel entonces. Hoy se sigue recordando esa valentía nacida de la seguridad de una fe que había sido inculcada en el corazón de los mexicanos y protegida por la Virgen “morena”, la de Guadalupe”.

A lo largo de los siglos, esa valentía testimonial se ha hecho presente en todos los pueblos y en todas las comunidades eclesiales. Aún hoy mismo no deja de verse el testimonio decidido de tantos creyentes en Cristo ante los nuevos perseguidores: no sólo ante los fundamentalistas que quieren arrebatar la fe de los creyentes, sino ante quienes pretenden debilitar y hasta destruir la fe en Jesucristo de muchas maneras, por razones morales, políticas y religiosas. Hoy se sigue escuchando por muchas partes el grito “¡Viva Cristo Rey!”· Quizás no se sienta en palabras lanzadas desde las propias gargantas de los creyentes, pero sí desde el ejemplo de tantos hombres y mujeres discípulos de Cristo.

Si somos fieles al Evangelio y al seguimiento de Jesús, nos encontraremos una forma privilegiada de gritar “¡Viva Cristo Rey!”: Es con la caridad activa y fraterna, como seremos identificados cuales discípulos del Señor. Entonces es con la práctica de ésta como se puede lanzar el grito antes mencionado. El evangelista Mateo nos recuerda una forma muy precisa con la que se distinguirá a quienes actúan en nombre del Señor y en el horizonte del reino de Dios: dando de comer al hambriento, dando de beber al sediento, dando atención a quien lo necesita…en particular a los más pequeños de la sociedad. Este es el grito que identifica vivencialmente al creyente y será la carta o pasaporte para entrar en el Reino de Dios.

Lamentablemente, nos conseguimos con muchos pseudo cristianos que hacen lo contrario. No sólo no reconocen el reino de Dios ni son capaces de exclamar “¡Viva Cristo Rey!”, sino que tampoco son capaces de actuar en el nombre de Dios, con la caridad y sus consecuencias. Eso sí, se consideran los dueños del mundo, los que pueden imponer sus criterios, los que se creen mayores que los demás: por eso no dan de comer al hambriento, ni de beber al sediento, ni atienden al necesitado… se olvidan de los pequeños y se encierran en su prepotencia, autosuficiencia y orgullo. Para ellos, también la corrupción es un estilo de vida. El Evangelio es duro acerca de su futuro: “Entonces irán al castigo eterno”.

Nuestra sociedad está urgida del testimonio evangelizador de los cristianos. El grito de “¡Viva Cristo Rey!” por eso debe pronunciarse a través del testimonio de vida. Así se anuncia el Evangelio y el Reino de Dios, con el compromiso de construirlo. Hoy nos encontramos con muchos católicos que se esconden en pietismos, en falsas manifestaciones religiosas y en el individualismo de una religiosidad que está lejos del compromiso fraterno y solidario. Más bien requerimos de gente dispuesta a actuar con los principios y criterios del Evangelio. Estos hablan de un dinamismo: ir al encuentro de los más pobres para manifestarles nuestra fraternidad y solidaridad. Además, como nos lo recuerda el Papa Francisco, hay que ir al encuentro de las ovejas perdidas o extraviadas, para fortalecerlas y reincorporarlas a la grey. Eso sólo se podrá hacer si se actúa en el nombre de Cristo.

Mientras en el mundo de hoy se escucha la bulla y la gritería ensordecedora del egoísmo, del materialismo, del relativismo ético, de parte de los católicos debe oírse la exclamación que brota desde lo más íntimo del corazón: con palabras, pero sobre todo con el ejemplo testimonial, el mundo debe escuchar de parte nuestra “¡VIVA CRISTO REY!”.
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