En los 300 años de una ermita

Roda de Berà es el nombre actual que responde a dos núcleos de un común territorio, unificados en un mismo topónimo en el siglo XIX. Uno era Roda y el otro Berà. Aunque la historia vio pasar a muchas civilizaciones, la huella romana quedó indeleble con el Arc de Berà, allí levantado en la ruta de Tàrraco a Barcino.

Hoy, sin embargo, de lo que me propongo hablar es de un acontecimiento intermedio: hace 300 años que se puso la primera piedra de la Ermita de Berà. Fue el 12 de marzo de 1718. Su frontal lo presidió –hasta la Guerra Civil­– una imagen de la Mare de Déu de Berà, talla románica del siglo XIII, que la tradición dice que fue encontrada por unos pescadores en una cueva donde habría sido escondida para evitar su profanación en tiempos de persecuciones.

Víctima, tanto la ermita como la imagen, de la Guerra Civil, hoy se encuentra reconstruida y con obras recientes. Lo constante ha sido la devoción popular por este lugar santo, por otra parte común a la devoción mariana de tantas poblaciones.

Recorriendo la geografía de Catalunya son muy numerosos los pueblos que, aparte de su iglesia, tienen una ermita dedicada a la Virgen con alguna de sus múltiples advocaciones. Es un signo de la religiosidad popular, que nunca debe ser minusvalorada.

He conocido muchos casos en los que incluso personas no practicantes, sienten un atractivo especial hacia su ermita. No solo valoran su sencillez, a veces su entorno; también se sienten atraídas por la presencia maternal de María, y esta devoción puede llevarlas algún día a una afirmación más completa de su fe.

Los gozos, composiciones poéticas que con frecuencia se cantan en las ermitas, son un elemento de esta cercanía del pueblo. La tradición los mantiene vivos. Hace poco los Gogistes de Tarragona editaron un bello librito con textos de Andreu Muñoz y dibujos de Josep Riera. Son 17 escenas de la vida de Jesús. La Virgen aparece en varias de ellas. En una, se ve a Jesús niño que da los primeros pasos vacilantes y su Madre se sitúa a poca distancia para cogerle en sus brazos si se cae, como hacen todas las madres. El texto dice: «Los primeros pasos, hacia María… los últimos, hacia el Calvario».

En efecto, la Virgen está en el comienzo y en el final de la vida terrena de Jesucristo. Pienso que acercarse a Ella, como han hecho los vecinos de Roda de Berà durante los últimos tres siglos, es el mejor camino para encontrar a Jesús.



† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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