Tu compromiso [cristiano] mejora el mundo
Por eso, los cuatro verbos que el papa Francisco nos invitó a conjugar en primera persona del singular y del plural con los emigrantes y refugiados al comienzo de este año, los debemos conjugar con Cristo y los hermanos en una sola mirada eucarística: acoger, proteger, promover e integrar.
El compromiso cristiano que mejora el mundo nos implica para acoger a Cristo de suerte que los emigrantes y refugiados entren de modo seguro y legal en los países de destino y acogida, sin miedo a las expulsiones. Nuestro compromiso nos exige proteger a Cristo para que los emigrantes y refugiados puedan gozar de sus derechos y dignidad humanos. Un paso más comprometido para nosotros es promover a Cristo, de manera que luchemos para que emigrantes y refugiados puedan realizarse como personas en todas las dimensiones humanas, también en su dimensión religiosa. Por último, hemos de aceptar el reto de integrar a Cristo, de forma que se produzca la comunión entre inmigrantes y pueblos de acogida.
Para ello, hemos de descubrir la grandeza del otro, en especial del diferente, reconocer la validez de sus frutos culturales más logrados y darnos nosotros a conocer en los nuestros, desarrollando una cultura del encuentro, propia de la Iglesia Cuerpo de Cristo. Acoger, proteger, promover e integrar a Cristo en el rostro de los inmigrantes y refugiados y en el rostro de cada ser humano —hermano nuestro— es dar un paso necesario en la construcción del proyecto de fraternidad universal que exige el anuncio de Jesucristo en este mundo.
En esta celebración y en la procesión que la seguirá, contemplemos, adoremos y comprometámonos con la fuerza de la Eucaristía, vínculo que nos mantiene unidos a Cristo y a los hermanos como los sarmientos a la vid. Alcemos la copa de la salvación en esta fiesta de Corpus Christi, aunque nunca podamos pagar al Señor todo el bien que nos hace, ni sepamos responder como corresponde a su fidelidad en la que nos sostenemos. Alcemos la copa de la Alianza nueva y eterna, para superar cualquier división, para evitar cualquier exclusión, para congregarnos en el banquete de la unidad y dar frutos eucarísticos de acogida, protección, promoción e integración.
El Señor Jesús, que está con nosotros hasta el final de los tiempos, ha sellado con su sangre una Alianza que ya nada podrá romper. Es la Alianza del amor de Dios con la humanidad, que nos sitúa en un mundo nuevo en el que nuestro compromiso no solo mejora esta tierra —nuestra y de todos—, sino que nos libera interiormente a cada uno para mostrar a cada hombre el camino de la paz duradera, la justicia auténtica y la libertad plena: el hermoso camino eucarístico del Amor de los amores.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de Mondoñedo-Ferrol