Ante la crisis política y humanitaria

La última y más reciente declaración del episcopado venezolano responde única y exclusivamente al deterioro progresivo y continuo de la crisis que vive el país. No hay sector de la vida nacional que no esté golpeado por las carencias de lo más elemental y por la impotencia ante la escalada hiperinflacionaria que impide a gran parte de la población tener acceso a lo que busca. Día a día somos testigos de la contradicción entre la falta de respuesta a las necesidades reales de la gente y la campaña de reparto de electrodomésticos y otros enseres a muchas personas.

Todo el que recibe debe firmar e inscribirse en el carnet de la patria y se le hace saber lo que debe hacer el próximo 20 de mayo, so pena de la represalia si esto no se cumple. Comprar conciencias y votos amparados en la necesidad es una manipulación, una esclavitud, una degeneración ética que trastoca valores. Queda en evidencia que lo principal no es la solución de los problemas sino el mantenimiento en el poder. Es un atentado a la dignidad humana y al más elemental sentido de igualdad y democracia.

Por ello, señala el documento que “comprobamos alarmados, como los males señalados en la Exhortación Pastoral de enero de este año se han agravado…todo ello ante la sorprendente indiferencia de los responsables de estas áreas para solventar estos problemas”. Es así que, “ante problemas humanos de tal magnitud, se deslegitima la realización de las elecciones presidenciales convocadas para el próximo 20 de mayo. Tal como están concebidas, sin las suficientes garantías que identifican todo proceso electoral libre, confiable, trasparente, con innumerables inhabilitaciones de posibles candidatos, lejos de aportar una solución a la crisis que vive el país, pueden agravarla y conducirlo a una catástrofe humanitaria sin precedentes”.

Machaconamente hemos repetido lo que es una perogrullada: los problemas entre los humanos no se solucionan sin que las partes involucradas pongan sus cartas sobre la mesa, y prive el sentido común, el bien colectivo, y no los intereses particulares de las partes. Lo que está en juego es la vida de la ciudadanía, su posibilidad de ver el futuro con ilusión y esperanza. Por ello, aunque parezca una predicación en el desierto, sin diálogo, sin entendimiento, sin voluntad sincera de solucionar y no de agravar los problemas, “hacemos nuevamente un apremiante llamado, en primer lugar a los gobernantes y responsables de la nación, a tomar conciencia de su responsabilidad en todos estos males, a escuchar al pueblo y a abocarse, sin más dilación, con la ayuda y la colaboración de la empresa privada, e incluso de países hermanos, si hace falta, a controlar la hiperinflación, a facilitar la búsqueda de soluciones políticas que detengan estos males, antes de que alcancen proporciones incontrolables y cotas dolorosas de destrucción y muerte”.

“Todos los venezolanos hemos de tomar conciencia que está en juego en estos momentos no solamente la realización de un evento comicial más o la merma transitoria de la calidad de vida de un pueblo, sino su misma existencia como nación libre, fraterna y democrática”. Que este mensaje no caiga en el vacío y con coraje, constancia, creatividad y profundo respeto de cada uno de los venezolanos, busquemos y encontremos vías de solución para bienestar material y espiritual de todos.

Cardenal Baltazar Porras Cardozo
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