La dignidad del trabajo

El beato Pere Tarrés (1905-1950), en sus recuerdos de infancia, tiene una mención al trabajo de su padre muy emotiva: «Todavía lo veo. Iba a llevarle el almuerzo en aquellos amaneceres con frío y niebla de Manresa. Él estaba en la herrería, rodeado de máquinas, de correas, tornos, ruedas, banco, hierro… con su vestido azul, sucio, con la cara enmascarada, brillante del sudor, del bendito sudor con el que llenaba nuestro hogar con el pan de cada día […] Nada más verme entrar, tapado con el pasamontañas y la cartera del colegio en la espalda, mostraba sus dientes blanquísimos bajo la negrura de su bigote, y qué cosas decían aquella sonrisa y aquellos ojos brillantes.»

Me parece un párrafo que refleja la dignidad del trabajo humano, en este caso el de un padre de familia que se esfuerza en su labor y no ahorra sacrificios para mantener a los suyos.

La Doctrina Social de la Iglesia aborda el trabajo como algo querido por Dios, quien ya confió a la primera pareja humana la tarea de someter a la tierra y dominar a todos los seres vivientes. Antes de verse como un castigo, es el modo en que Dios nos asocia a su obra creadora.

El Nuevo Testamento ofrece innumerables testimonios del aprecio que Jesucristo tiene por el trabajo, comenzando por su propio ejemplo: hijo de un carpintero y de una joven entregada a las tareas del hogar, él mismo Jesús dio ejemplo de trabajador durante los treinta años de vida antes de emprender la tarea apostólica.

Se rodeó de trabajadores, pescadores los primeros, personas que vivían junto al mar de Galilea, pero también de un recaudador de tributos y personas de otras profesiones. Entre los primeros cristianos abundan los agricultores, comerciantes, soldados, hombres y mujeres, médicos, como Lucas, fabricantes de tiendas de campaña…

El trabajo forma parte de la dignidad humana. Es un derecho y a la vez un deber. En sus parábolas Jesús censura aquel que teniendo una buena cosecha se echa a gandulear; habla de los talentos, de los sembradores y viñadores, de los obreros que buscan trabajo y son contratados a primera hora y otros al final del día.

Pero no separa el trabajo de la vida espiritual. Se ve en el episodio de Marta y María y en tantos otros. Respeta el descanso sabático, sin anteponerlo, eso sí, al deber de caridad. En la nueva era cristiana el trabajo nos lleva a Dios.


† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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