El encargo que Jesús nos hace
«¿Qué son?» —preguntó el arcángel. «Son los apóstoles reunidos en torno a mi Madre» contestó Jesús— y le explicó: «Mi plan es al llegar al Cielo enviarles el Espíritu Santo para que estos pequeños fuegos se conviertan en una gran brasa que inflame de caridad toda la tierra.» «¿Y si el plan no funciona?» — pregunta aún el arcángel. «No tengo un plan B» — responde Jesucristo.
Me parece una historieta aplicable a la fiesta de hoy, la Santísima Trinidad, en la que entran en juego las tres divinas personas y que sigue en el calendario a la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. A la vez que contemplamos la ayuda de Dios, lo hacemos también sobre nuestra responsabilidad. La Iglesia, prolongación de la presencia de Jesucristo en la historia, está en manos de Dios, pero también en las nuestras, en que sepamos corresponder a la gracia, porque de nosotros depende cumplir el mandato de evangelizar el mundo. En la providencia divina no hay otros planes.
El Papa Benedicto XVI hablaba de una nueva Alianza según la cual el pacto de Dios con Israel se extiende a todos los pueblos. Jesús había prometido no dejar solos a los discípulos. Antes de su Ascensión, Jesús encargó a los suyos que no se ausentasen de Jerusalén y que aguardasen la promesa del Padre. Eso hicieron, y esta es la condición de que la Iglesia avance en todas las épocas: la unidad entre los discípulos entre sí y junto a la Virgen María.
Las imágenes que utiliza san Lucas para referir la venida del Espíritu —el viento y el fuego—, recuerdan el relato del Sinaí, cuando Dios se reveló a Moisés. Si Pentecostés es el nuevo Sinaí, la nueva alianza marca el designio de Dios Padre ejecutado por la encarnación de su Hijo, su pasión, su muerte y resurrección. Por ello la Iglesia es católica y misionera desde su nacimiento.
Celebramos en esta fiesta de la Santísima Trinidad el más profundo misterio de nuestra fe cristiana, pero parece que entrevemos la luz en medio de él si pensamos en el amor entre las tres Personas que se proyecta en el amor a todo el mundo.
Y recordemos nuestra responsabilidad en la extensión del Reino. Dios no tiene un plan B.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado