La familia y su capacidad de amar y enseñar a amar
¡Qué hondura adquieren expresiones como estas que encontramos buceando en los nueve capítulos de la exhortación!:
1. «A la luz de la Palabra» se puede meditar cómo la familia no es un ideal abstracto, sino un trabajo «artesanal» que se expresa con ternura y que se ha confrontado también con el pecado desde el inicio.
2. «Realidad y desafíos de las familias» incide en que hay que considerar la situación actual de la familia poniendo «los pies en la tierra», escuchando la realidad para comprender las exigencias del presente y las llamadas del Espíritu. Jesús proponía un ideal exigente pero no perdía jamás la cercana compasión con las personas «más frágiles».
3. «La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia» nos entrega elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio y de la familia, como el tema de la indisolubilidad, la sacramentalidad del matrimonio, la transmisión de la vida, la educación de los hijos.
4. «El amor en el matrimonio» lo ilustra con el himno del amor de san Pablo en la Primera Carta a los Corintios.
5. «Amor que se vuelve fecundo» se centra en la fecundidad o generatividad del amor, hablándonos de la familia como amplia red de relaciones.
6. «Algunas perspectivas pastorales» aborda vías pastorales que orientan para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios. Confirma que las familias son sujeto y no solamente objeto de evangelización, afronta temas como la formación de los pastores para guiar a las familias, y a los novios en su camino de preparación para el matrimonio; o el acompañamiento a los esposos, las personas abandonadas, separadas, divorciadas...
7. «Reforzar la educación de los hijos» habla de la formación ética, el valor de la sanción como estímulo, el realismo paciente, la educación sexual, la transmisión de la fe y la vida familiar como el gran contexto educativo para generar amor, madurez, libertad, crecimiento integral.
8. «Acompañar, discernir e integrar la fragilidad» es una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral para afrontar situaciones de fragilidad complejas e irregulares, donde presenta la necesaria gradualidad en la pastoral o lo que el Papa Francisco llama «la lógica de la misericordia pastoral». La tarea de la Iglesia se asemeja muy a menudo a la de un hospital de campaña. «A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios».
9. «Espiritualidad matrimonial y familiar» recoge que «toda la vida de la familia es un pastoreo misericordioso», donde «cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro». «Es una honda experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él».
¡Qué fuerza tiene recibir con corazón abierto y agradecido todas las enseñanzas que el Papa Francisco nos da en Amoris laetitia! Cuando se siguen con interés y sin ideologizaciones de ningún tipo las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, descubrimos lo decisivo que es el bien de la familia para el futuro del mundo y de la Iglesia. Y por ello el interés que hemos de tener por prestar atención a la realidad concreta en la que vivimos. No permitamos ni provoquemos dinámicas de intolerancia y agresividad dentro de la familia, provocadas por una cultura individualista que exagera la posesión y el disfrute. La lectura serena y realizada espaciadamente, con reflexión, apuntando lo que nos sugiere el texto, nos hace encontrar palabras, motivaciones y testigos que tocan las fibras íntimas, que provocan vivir en generosidad, compromiso, amor y hasta heroísmo. Para todo esto, eliminemos la mayor pobreza de la cultura actual que es la soledad y que está provocada por la ausencia de Dios en la vida de las personas, que hace mucho más frágiles también las relaciones. ¿Dónde está la fuerza de la familia? Esencialmente en su capacidad de amar y de enseñar a amar. Crecemos gracias al amor.
El Papa Francisco nos recuerda cuando el Papa Benedicto XVI, en la encíclica Deus caritas est, retoma el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, y nos dice que se ilumina plenamente solo a la luz del amor de Cristo crucificado (cfr. n. 2). Por eso, como señala la constitución Gaudium et spes, «“la mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo hombre” (n. 22), inspira el cuidado pastoral de la Iglesia hacia los fieles» estén en la situación que fuere. Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar aquellas palabras de san Juan Pablo II: «Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones» (cfr. Familiaris consortio, 84). Evitemos los juicios y estemos atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su situación y condición. Me han impresionado las palabras del Papa Francisco cuando dice que «la Iglesia hace suyo el comportamiento del Señor Jesús que en un amor ilimitado se ofrece a todas las personas sin excepción». Estas palabras llevan toda una mística de acción pastoral que hemos de pedir al Señor y hemos de aprender junto a Él, llevan una manera nueva de situarnos en la misión evangelizadora.
Al terminar de leer la exhortación apostólica, he sentido una llamada a la conversión personal y pastoral. Lo digo con estas palabras del Papa Francisco: «El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de fragilidad o imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí algo que he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: “Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar [...] El camino de la Iglesia desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración [...] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita» (Amoris laetitia, 296). Nos decía el Papa Francisco que la «Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (EG 47). En Amoris laetitia hay tres palabras clave, que deben ayudarnos a estar junto a todos los hombres y a la familia: «acompañar», «discernir», e «integrar la fragilidad». Nos da un enfoque nuevo para acompañar e integrar a la familia, para permanecer cerca de cualquier persona que sufra los efectos de un amor herido, y nos desafía a vivir frente a situaciones complejas y dolorosas con compasión y no con juicios, y así entrar en su existencia.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, arzobispo de Madrid