La fidelidad
El perro se llamaba Hachiko. Fue un regalo que le hicieron en 1924 a un profesor de la Universidad de Tokio. El buen hombre tomaba el tren cada día para acudir a su trabajo y el perro no solo le acompañaba a la estación sino que al atardecer acudía a recibirle.
Así sucedió hasta que un año después el profesor murió de hemorragia cerebral cuando daba clase. El perro acudió como cada día a su encuentro, esta vez sin éxito. Lo curioso es que se quedó frente a la estación casi diez años, hasta que un día de 1935 fue hallado muerto en aquel sitio.
Los vecinos del lugar, que ya habían advertido su presencia diaria en el lugar esperando al profesor, se conmovieron observando su constancia. Ellos mismos lo alimentaron y, una vez muerto, le erigieron una estatua con el nombre «El perro fiel».
Sin ánimo de comparar perros con personas, ni entrar en temas de libertad y de instintos, me parece una anécdota simpática para hablar de fidelidad, que consiste en ser leal al compromiso adquirido libremente con una persona o una institución.
Tan importante es esta conducta para los cristianos, que habitualmente reciben en la Iglesia el nombre de fieles. En tal condición imitan la fidelidad de Dios con el pueblo escogido, con el que se comprometió en la Alianza, concretamente con Abraham, Moisés y los patriarcas, y con toda la humanidad en la definitiva Nueva Alianza de Jesucristo.
Jesús de Nazaret fue modelo de fidelidad a la voluntad de Dios Padre, hasta la muerte en la cruz. Y María fue la Virgen fiel, fiel a su vocación desde el mismo día en que le fue expresada. Son nuestros modelos.
¡Es tan necesaria la fidelidad! Primero con Dios mismo; después entre nosotros. Por ejemplo en el matrimonio. San Pablo dice en su primera carta a los Corintios que la unión del hombre y la mujer debe ser la imagen que refleje la alianza de Cristo con su pueblo. Pero también se requiere lealtad en la amistad, en la empresa, en la sociedad en general.
Frente al individualismo convertido en regla de conducta, o la persecución egoísta de bienes propios, la persona fiel y leal es una bendición para todos. Los demás pueden fiarse de ella, descansar cuando le delegan un encargo o ponen una preocupación en sus manos. El marido puede estar seguro de su esposa, y al revés; y el amigo confiar en su amigo. Que cualidad más grande es la fidelidad.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado