Somos una gran familia contigo
Verdaderamente la Iglesia es una familia. Es una gran familia donde se nos quiere aunque no lo merezcamos, se nos perdona aunque tengamos el corazón endurecido y siempre somos acogidos incondicionalmente. En ella, se nos cuida en los momentos de debilidad, y se nos da la posibilidad de ser nosotros mismos. Por eso, no es nada forzado el lema del Día de la Iglesia Diocesana elegido por la Conferencia Episcopal Española: Somos una gran familia contigo. En efecto, la Iglesia es una gran familia en la que podemos crecer en armonía, descubrir la verdad, sorprendernos por la belleza, reír limpiamente, sufrir sin estar solos, trabajar por algo que merece la pena y, a través de múltiples experiencias, reconocer la ternura del amor de un Dios que nos abraza a través de los hermanos.
Como en todas las familias (esto lo saben muy bien los padres de familia) hay un aspecto que no es el más importante pero que es necesario y, en gran medida, condiciona las posibilidades materiales de la familia. Los hijos necesitan ser alimentados y vestidos, pero esa comida y esa ropa hay que pagarlas. También necesitan formarse para poder servir mejor a sus hermanos en el futuro, pero esa formación hay que poder costearla. Y así con tantas otras necesidades. Por eso, el lema de nuestro Plan Diocesano de Evangelización, Entre todos, con todos y para todos, es aplicable a la comunión cristiana de bienes. Una Iglesia que es comunión y misión, sal y luz, es una asamblea que se hace corresponsable de las necesidades de «la familia de Dios en la tierra».
En el Día de la Iglesia Diocesana se nos invita a dar gracias a Dios por nuestra familia diocesana, a orar intensamente por ella y a colaborar responsablemente, en la medida de nuestras posibilidades, en el sostenimiento de su economía. Así, gracias a la oración y la ayuda material, la Iglesia en Madrid podrá seguir anunciando el Evangelio y los hijos de Dios tendrán vida, y vida en abundancia.
Con una oración perseverante, mejor que con una plegaria puntual, colaboramos de modo estable al bien de nuestra Iglesia en Madrid que está viva a lo largo de todo el año. Con una suscripción periódica, mejor que con un donativo puntual, colaboramos con una aportación estable a que la Iglesia pueda cubrir los gastos recurrentes que genera una actividad continuada en el tiempo. Con la aportación de nuestro dinero ayudamos a pagar las cosas que cuestan dinero, ni más ni menos. Pero de ese modo posibilitamos que suceda lo que realmente vale infinitamente más que el dinero: que los hijos de Dios, por propia experiencia, descubran en la Iglesia el amor que su Padre les tiene.
¡Feliz Día de la Iglesia Diocesana! Con gran afecto y mi bendición.