La mujer cananea

El relato del encuentro de la mujer cananea con Jesús nos causa un sentimiento inicial de indignación y de sorpresa. Jesús se comporta con esta mujer de manera tan severa, que no corresponde a lo que conocemos y esperamos de él. Jesús está en territorio extranjero, fuera de Galilea en la comarca de Tiro y de Sidón. Una mujer del país, una cananea reconoce a Jesús y le suplica un favor. Inicialmente Jesús ni le hace caso y son sus discípulos quienes se muestran más sensibles ante las súplicas de la mujer e interceden con Jesús para que la atienda.

Jesús a continuación justifica su actitud de indiferencia con la excusa de que él solo ha sido enviado a favor de los judíos, y la mujer es extranjera. Jesús accede a la petición de los discípulos y escucha la petición de la mujer, pero nuevamente rechaza la petición con el argumento de que no está bien quitarles el pan a los hijos para dárselo a los perros. De modo que equipara la mujer cananea a un perro, una expresión de ofensiva. La mujer no se inmuta y tan grande es su necesidad y su confianza en Jesús, que replica con la misma imagen. Es verdad que no está bien quitarle el pan a los hijos para darlo a los perros, pero los perros comen de lo que cae de la mesa de sus amos. Ella también puede beneficiarse de los favores que Jesús vino a realizar en beneficio de los judíos y ellos han dejado caer de su mesa. Finalmente Jesús se conmueve ante esta respuesta llena de confianza y de fe: Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas.

¿Por qué ese comportamiento tan duro de Jesús con esa mujer? Este episodio debió servir en los años en que san Mateo escribió su evangelio para explicar cómo fue que el Mesías prometido al pueblo judío acabó siendo el Salvador de los pueblos no judíos. Cómo fue que la Iglesia creció y se desarrolló entre los pueblos no judíos o gentiles mientras que gran parte del pueblo del Israel rechazó a Jesús, no sólo cuando las autoridades de Jerusalén lo mataron, sino después, cuando el Evangelio fue aceptado con más avidez y entusiasmo por los pueblos gentiles que por el pueblo judío. Este fue un problema que preocupó a los apóstoles, como leemos en la segunda lectura de hoy. Pablo el apóstol, judío de origen y fariseo por opción religiosa, descubrió que su ministerio fue más fecundo entre los gentiles que entre los judíos, que hasta intentaron matarlo. Pablo trató de entender ese designio de Dios.

Él Pablo consideró la fidelidad de Dios a la alianza con el pueblo judío es inmutable y a partir de esa fidelidad trató de dar una explicación. Dios ha dispuesto que el rechazo de los judíos al Evangelio se convierta en ocasión para que el Evangelio sea anunciado a los no judíos. Pero llegado el momento dispuesto por Dios, los judíos se convertirán al Evangelio de Jesucristo y eso será un acontecimiento comparable a la resurrección de los muertos. Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia. Jesús anticipó todo esto. Con su rechazo inicial a la mujer cananea mostró la fidelidad de Dios al pueblo judío. Con su respuesta final favorable a la mujer reconoció que él también tiene palabras de vida para los pueblos del mundo lo esperan como Salvador con deseo vehemente. Por su parte, el profeta Isaías vislumbraba el día en que los pueblos del mundo se convertirían al Señor, y Dios los llevaría a su monte santo. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto y se manifiestan fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración. Y en el salmo responsorial hemos aclamado: Que te alaben, Señor, todos los pueblos.

Las lecturas de este domingo tratan del mismo tema: la universalidad del mensaje de Jesús. Él es el enviado de
Dios para todos los pueblos del mundo. Jesús responde a las inquietudes e interrogantes comunes a todos los hombres y mujeres del mundo. La persona y el mensaje de Jesús no son sólo para un pueblo y ningún pueblo ni cultura lo puede rechazar como extranjero, ajeno y sin pertinencia. Las diferencias étnicas y culturales, políticas y sociales no alteran la humanidad básica y común que nos hace a todos iguales ante Dios e igualmente necesitados y capaces de recibir el Evangelio de Jesús.

En segundo lugar esta lectura nos obliga a reflexionar sobre la relación de los cristianos con los judíos. Desde un punto de vista teológico creo que es importante distinguir entre el pueblo judío como entidad religiosa y el Estado de Israel como realidad política. El judaísmo y el pueblo judío como entidad religiosa, que perviven hasta hoy, son para nosotros testimonio de la fidelidad de Dios, son memoria de nuestras raíces como creyentes, son advertencia contra nuestro olvido de Dios. La Iglesia nos invita siempre a orar para que Dios los guíe a la salvación.

Estas lecturas también despiertan en nosotros la vocación misionera. Sigue habiendo muchas mujeres cananeas en este mundo que esperan que Jesús llegue con salud y salvación. Muchísimos hombres y mujeres que no han escuchado el Evangelio de Jesús, lo esperan como respuesta a sus interrogantes y búsqueda de sentido, felicidad y plenitud. Jesús llegará hasta ellos a través de nuestro testimonio y de nuestra acción misionera y evangelizadora. Porque ¿cómo van a creer si nadie les anuncia el Evangelio de Jesús?

Finalmente estas lecturas nos deben llevar a dar gracias a Dios porque Jesús ha llegado hasta nosotros, porque hemos escuchado el Evangelio y hemos creído en él. Hemos experimentado el amor que Dios nos tiene y hemos conocido su misericordia a través de la persona de Jesús. Que nuestra respuesta de fe y nuestro agradecimiento a Dios por su gracia y su bondad nos fortalezcan en la perseverancia hasta el final.

 Mario Alberto Molina, O.A.R.

Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán
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