Lo original del nuevo sacerdocio
En la Nueva Alianza se da un sacerdocio distinto y con rasgos de originalidad. Uno de esos rasgos, fundamental ciertamente, es que ya no hay sino un solo sacerdote, Cristo. Esto se refleja en la Carta a los Hebreos y los Padres de la Iglesia lo desarrollarán ampliamente. Todos los que son asociados a Él, por el Bautismo participan de su Sacerdocio, porque están identificados totalmente con Él y pueden actuar en su nombre.
El otro rasgo fundamental para entender la novedad y originalidad del Sacerdocio de la Nueva Alianza está en la ofrenda. Mientras en la antigua, los sacrificios eran de animales o de vegetales (según los casos), Jesús rompe el esquema y se presenta como la Víctima. Es Sacerdote y Víctima. Por eso, la ofrenda consigue el efecto de una vez por todas: el perdón de los pecados y el restablecimiento de la comunión con Dios Padre. La Liturgia, inspirada en la Palabra de Dios, lo va a reconocer como el Cordero que se inmola para quitar el pecado del mundo. Por esa misma razón, el Sacerdocio de Jesús es único y Sumo; más aún, es tremendamente eficaz al conseguir el “perfeccionamiento” de los consagrados.
El acto sacerdotal de Jesús se hizo de una vez para siempre. No era ni es necesario repetirlo: su ofrenda es definitiva. Sin embargo, dentro de la originalidad del nuevo sacerdocio, el Señor hace que un número de discípulos suyos puedan ser consagrados por el sacramento del Orden. No son sacerdotes ministros al estilo antiguo. No inventan ni hacen sacrificios como en el Antiguo Testamento. La novedad original es que, al configurarse a Cristo Sacerdote, hacen memoria del sacrificio sacerdotal de Jesús. Es importante tener muy en cuenta esto: no es un simple recuerdo, sino memoria. Este concepto significa, dentro del marco doctrinal de la Iglesia, “hacer presente”, “renovar en el tiempo y en el espacio” el sacrificio de Cristo. Pero no sólo desde la perspectiva cultual: los sacerdotes, configurados a Cristo, son memoria viva de su Palabra y de su pastoreo. De allí que sean “testigos vivos” de esa Palabra de Dios que proclaman a tiempo y a destiempo; así como también son imagen del Buen Pastor.
No tener en cuenta esto nos puede llevar a correr un riesgo: banalizar el sacerdocio de la nueva alianza. Este supera todas las expectativas del pasado y abre una nueva situación: es un sacerdocio destinado a cumplir la promesa de salvación dada por Dios a los padres de la antigüedad. Hoy, como ayer, somos testigos de la eficacia de ese sacerdocio: disfrutamos de sus consecuencias salvíficas. Esto nos impulsa, entre otras cosas, a pedir al Señor continúe enviando para el mundo y en todo tiempo, numerosos sacerdotes que sigan haciendo realidad presente su acción sacerdotal a favor de la humanidad.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.