Un propósito para mayo

Un mes para la Virgen María. De hecho todo el año tenemos presente a la Madre de Dios, pero los cristianos sintieron desde hace muchos siglos la necesidad de dedicarle un tiempo especial.
En el rito bizantino se la considera especialmente en agosto, centrado en la fiesta de la Asunción; entre los coptos, es en torno a la Navidad; en Occidente ha arraigado la costumbre de honrarla de modo particular en el mes de Mayo.


En las Cántigas de Alfonso X el Sabio, en las predicaciones de los santos Felipe Neri y Don Bosco, en la tradición de los joyeros de París de llevar a Notre-Dame plantas adornadas de piedras preciosas… se encuentran testimonios de esta antigua dedicación a María del mes de las flores y los frutos.
Aunque no hay una consistencia litúrgica, la dedicación de mayo a la Virgen tiene la fuerza del arraigo popular y una lógica si pensamos que en el tiempo sigue a la celebración del misterio pascual de Cristo. También cabe reflexionar sobre el hecho de que el mes de María se inicie con la fiesta de San José Obrero.
En este tiempo podemos tener algún detalle especial nuestra Madre, mediante alguna visita a sus ermitas o santuarios esparcidos por nuestra geografía y que ya recogieron los rezos de múltiples generaciones. Son innumerables los testimonios de personas que llegaron a Dios por el camino de María.
También cabe seguir una recomendación que nos hizo el Papa Francisco en un tweet: «El mes de Mayo, dedicado a la Virgen, es un buen momento para comenzar a rezar el rosario todos los días».
Desearía incidir sobre esta costumbre cristiana que seguramente heredamos de nuestros padres y abuelos. Era normal en las casas, sobre todo en los pueblos, acabar la jornada rezando el rosario, quizá al lado de la estufa si era en invierno, y con la familia reunida para esta plegaria tan alabada por todos los pontífices y rezada por tantos santos proclamados y anónimos.
Todavía se observa esta tradición y el rosario forma parte de la vida cristiana como una alabanza mariana que quedó reforzada con los mensajes de Lourdes y Fátima. Incluso se ven rosarios colgados del parabrisas de un coche. No es un adorno, sino un recordatorio de que la Virgen María es el sendero que nos conduce a su Hijo.
Mi propuesta es que en este mes de mayo renovemos esta práctica mariana y a la vez cristocéntrica, propia de personas sencillas pero con la sabiduría que enseña la Biblia.


† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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