Con los sentimientos de Jesucristo

Una cosa es bien clara: la vida de los cristianos debe mostrarse a través del testimonio. La fe no es para asumirla como algo meramente intelectual o para decir que se es creyente. La fe implica y exige ser vivida.

Por eso, como bien lo enseña Pablo, debemos decir “para mí la vida es Cristo”. Más aún, nos enseña el Apóstol “no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Por eso, todo lo que hacemos, lo hemos de realizar en el nombre de Jesús. Y así el testimonio de vida se presenta como la mejor manifestación de una vida de fe.

Aquí es donde nos encontramos con una seria dificultad: una buena cantidad de cristianos (católicos incluidos) se presentan como tales, pero no viven de acuerdo a los criterios del Evangelio. Eso exige una toma de posición

Por eso, el Papa Francisco, al invitar a que la Iglesia esté en salida les pide a todos los católicos que vayan al encuentro de los alejados, de los que se han enfriado o los que han dejado de expresar su fe, para atraerlos de nuevo al calor de la fuente, como lo es el amor de Dios. Así, entonces, podremos hacer realidad la nueva evangelización y convocar a que nos unamos en el ejemplo de vida cristiana que nos ha de distinguir.

Lamentablemente nos conseguimos con un buen grupo de cristianos (también católicos) que se han olvidado de lo antes señalado. Y detrás de falsas posturas, aupadas por un pietismo sin fundamento, creen que están del lado correcto. A estos se unen los que desdicen de su nombre de cristianos con un comportamiento reñido con los principios de la moral y de la vida cristiana. Quienes han hecho la opción por la maldad, realizada de diversas maneras (narcotraficantes, corruptos, delincuentes, contrabandistas…). A la vez nos conseguimos con católicos de misa dominical y “amigos” de eclesiásticos que manifiestan rencores, odios, irrespeto a la dignidad humana, envidias… En nuestra sociedad venezolana hay quienes se esconden detrás de manifestaciones religiosas pero luego vomitan odio, incomprensión, intolerancia, ofensas, malas palabras…

San Pablo, al hablarles a los Filipenses nos dice cuál ha de ser la conducta típica de los discípulos de Jesús: “Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo”. En el evangelio de san Juan se da el retrato a la identidad del seguidor de Jesús, “En esto conocerán que ustedes son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros como Yo los he amado”. Es con esto como demostramos que somos de verdad cristianos y miembros de la Iglesia. Seguimos no nuestros criterios y egoísmos, sino los del Evangelio que nacen del Señor Jesús.

San Pablo nos lo traduce de otra manera y a modo de desafío: “Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”. Y entra en la lógica del Evangelio. Quien sigue a Jesús y por el bautismo se ha identificado con Él, sencillamente debe actuar en su nombre y manifestar los sentimientos de Jesús. Estos se centran, es cierto, en el amor: los de la humildad y la reconciliación, los del perdón y la aceptación fraterna de los demás, los de la alegría y la esperanza, los de poner la mirada en el horizonte del reino.

Hoy, como siempre, nos toca demostrar con nuestro testimonio de vida, que transparentamos el rostro de Jesús, porque somos capaces de asumir, vivir y contagiar sus propios sentimientos. Será una forma para que quienes nos vean, puedan descubrir la imagen-ícono del Señor y animarse a seguirlo de verdad.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal
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