Una verdadera Iglesia en salida

Cuando Pablo le escribe por primera vez a los Tesalonicenses, comienza su carta con una acción de gracias. En ella, además de reflejar su aprecio hacia ellos, bendice a Dios por la fe de ellos, manifestada y vivida, aún medio de tribulaciones. Pablo les asegura que los ha tenido en sus oraciones. Ellos han respondido con amor mediante sus trabajos y la perseverancia que habla de su esperanza en Jesucristo.

La acción de gracias de Pablo continúa con un reconocimiento claro de la labor evangelizadora de los Tesalonicenses. En primer lugar, reconoce que han aceptado con la alegría que da el Espíritu Santo la palabra de Dios. Pero no se trata de una aceptación externa. Al recibirla, la hicieron parte de su vida y se convirtieron en ejemplo para todos los creyentes de la región. Más aún, desde Tesalónica, con el testimonio decidido de los cristianos residentes allí, se ha difundido la Palabra y su fe ha sido conocida en todas partes.

Pablo reconoce cómo los Tesalonicenses lo recibieron a él y optaron por el Dios de la vida, al renunciar a la idolatría. Con ello comenzaron a servir al mismo Dios en comunión con Jesucristo. De todo esto se fue haciendo noticia en toda la región. Por eso, como ya lo indicáramos, Pablo da gracias a Dios.

Hoy, el Papa Francisco pide una “Iglesia en salida”. Es verdad que se requiere un empujón misionero para poder llegar hasta las periferias existenciales. Pero, el ejemplo de los Tesalonicenses nos abre una puerta para comprender bien la exigencia del Papa. No se puede tener una “Iglesia en salida” como si se tratara de un “operativo misionero”. Es importante tener organización y saber cómo y dónde hay que llegar. Pero esa Iglesia sale, sobre todo con el ejemplo de su vida de fe, esperanza y amor, como lo hizo la Iglesia de tesalónica. Su fama hizo que la Palabra de Dios cundiera por toda la región. Sin embargo, no era una mera noticia para ser conocida; era la actitud propia de quienes han recibido la Palabra con la conciencia de vivirla y transmitirla.

Cuando hoy hablamos de esa “Iglesia en salida”, debemos hacerlo como lo hizo aquella Iglesia de Tesalónica. El éxito de una salida misionera no está en los programas o en las estrategias, sino en el testimonio de vida eclesial de quienes realizan la evangelización. Una Iglesia que vive y celebra la Palabra es una Iglesia que asume el mandamiento del amor, se hace cercana a los suyos y, desde esa experiencia, enriquecida por el Espíritu Santo entonces contagiará su propia experiencia. La fama no será por lo que se presenta como testimonio, sino por la razón de ser de ese testimonio; es decir, por la vivencia de la Palabra que transforma.

Esto nos lleva a una revisión de vida: ¿Cómo está la vida de nuestras comunidades? Nosotros, pastores (obispos, sacerdotes y diáconos) ¿estamos impulsando el testimonio de vida de nuestros creyentes? ¿Nuestros laicos, de verdad, están dando ejemplo y testimonio que entusiasma? ¿Por qué se alejan tantos de la Iglesia? ¿No será precisamente por la falta de coherencia y el divorcio entre fe y vida de parte de nosotros? Todo lo queremos arreglar con pietismos y devocionismos que buscan tranquilizar a muchos, pero divorciados de las exigencias del evangelio. Todo lo queremos ocultar mediante planes operativos de pastoral… ¿Qué ocurre hoy ante el enriamiento y deserción de muchos cristianos? ¿Por qué se sucumbe ante las tribulaciones?

El ejemplo de los cristianos de Tesalónica, transmitido en la Palabra del Apóstol, nos enseña cómo debemos hacer nuestra acción evangelizadora. Por eso mismo, la Iglesia nos invita a ser discípulos misioneros. Discípulos que han asumido la Palabra como fuente de vida, con lo cual también se arriesgan a darla a conocer. Hoy como siempre, en nuestro país y en nuestras comunidades cristianas existe el reto de una “Iglesia en salida”.

Ojalá podamos escuchar que, gracias a nuestro compromiso, a nuestro ejemplo, a la experiencia del encuentro vivo con Dios, va cundiendo la Palabra por todas partes y muchos se animan a unirse a nosotros en la tarea de evangelizar. El reto es permanente.
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