'Jerusalén Santa y Cautiva', de Mikel Ayestaran, es un plato sabroso cocinado con elementos muy diversos Un libro cautivador sobre Tierra Santa
Con tan sólo 240 páginas, Jerusalén, santa y cautiva (Península, 2021) resulta de una belleza irresistible. Y no únicamente por el estilo directo y un poco desafiante, sino por la rara habilidad de haber sabido cocinar un plato sabroso con elementos muy diversos
Autor de diversas crónicas en formato libro sobre Oriente Medio, Mikel Ayestaran decidió instalarse en 2015 junto a su familia en Jerusalén, ciudad que cuenta ahora en este exquisito libro de viajes que lleva al lector por los rincones más insospechados de Tierra Santa
| Andreu Trilla
Mikel Ayestaran ha paseado casi por todos los países de Oriente Medio, como cronista de hechos y momentos significativos. Él mismo se retrata así: "Periodista freelance y viajero empedernido, recorro las zonas calientes del globo con una mochila de 10 kilos a la espalda y ahora un ordenador portátil. Cubrir la actualidad sobre el terreno en paises como Líbano, Siria, Afganistán, Irak, Pakistán o Irán ". Y añade en una actualización: "Nací en Beasain (Gipuzkoa) 1975 y desde muy joven compagine estudios con la pasión por el viaje. 2005 decidí aparcar mi trabajo en una redacción para probar la experiencia de ser freelance y dedicarme a la cobertura de temas internacionales. Mi bautismo de fuego FUE en la invasión israelí de Líbano en 2006, entonces me subí a una rueda de la que espero no bajarme en mucho tiempo. El 8 de enero de 2015 fijé mi residencia en Jerusalén desde donde seguí cubriendo toda la región".
Con tan sólo 240 páginas, Jerusalén, santa y cautiva (Península, 2021) resulta cautivador. Y no únicamente por el estilo directo y un poco desafiante, sino por la rara habilidad de haber sabido cocinar un plato sabroso con elementos muy diversos como son la experiencia personal, a la que se ha añadido la experiencia familiar, y la tan punzante temática de una situación literalmente insostenible, que tan poco conocemos la mayor parte de europeos. Jerusalén, ciudad santa y rota, cautiva de una historia secular y de unos condicionamientos inmanejables.
Precedido por un breve prólogo y una cronología de la ciudad, el texto está dividido en siete capítulos, con una organización fácilmente comprensible. El primero (Extramuros) sitúa al lector en el espacio y el tiempo, narrando la peripecia de empezar a vivir en la ciudad con la mujer y dos hijos pequeños. Aquí comienza uno de los atractivos del libro: la mezcla entre las dimensiones personal y familiar y la complicada tarea periodística. Desde el principio, se le nota una próxima comprensión del problema palestino (¿irresoluble?), mirado con simpatía.
El ambiente en los diversos barrios de Ciudad Vieja
A partir de aquí, los capítulos siguientes presentan la realidad y recrean el ambiente de los diversos barrios de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El capítulo 2 (Barrio musulmán) acompaña al lector por las estrechas callejuelas, tiendas, entrevistas que, poco a poco, le abren los ojos a la dura realidad de unos habitantes que ya se ven marginados si no aún expulsados del todo. Interesantes personajes entrevistados, familias arraigadas en Al Quds desde hace siglos y que ven como se les cierra el horizonte de futuro. Realmente dramático.
El capítulo 3 (Barrio cristiano) repite de alguna manera la forma narrativa, pero ahora los problemas amenazan una población que ha ido disminuyendo en número y que es descrita a través de situaciones que deben pasar por alto la mayoría de visitantes devotos a Tierra Santa oa turistas distraídos. Personajes del todo sorprendentes, como Santiago de Míchigan, sor Marta o Issa Kassissieh parecen de novela, pero tienen los dos pies en la realidad por rocambolesca que parezca.
El capítulo 4 (Barrio armenio) presenta un aspecto bastante menos conocido. Desde el siglo IV que vive en la Ciudad Vieja de Jerusalén una comunidad armenia, ampliada con los huidos de la deportación turca de los armenios, con más de un millón y medio de muertos. La habilidad de presentar una tragedia como esta recurriendo a las similitudes y relación entre el euskera y el armenio, o la interesante historia de una familia de famosos ceramistas, sacan sangre al relato, pero no el desdibujan ni disimulan nada. Más personajes entrañables: Haro Baghamian y el padre Boulos, iluminan la escena tenebrosa de una lengua en peligro de extinción, de una comunidad cada vez más reducida en número.
El capítulo 5 (Barrio judío) ayuda también a comprender la otra cara del drama, ya que este barrio fue igualmente víctima de la primera guerra entre los árabes e Israel (1948), cuando los habitantes judíos fueron expulsados, hasta en la Guerra de los seis días (1967) que pudieron volver. Las heridas son mutuas, fondas y difíciles de cicatrizar. La narración nos acerca de nuevo al barrio a través de personajes fascinantes, y hace descubrir al lector el drama de una sociedad profundamente dividida. Como explica la vieja anécdota judía, donde hay un judío hay una yeshiva (escuela de formación); donde hay dos judíos, hay dos. La evidencia de que los grupos más abiertos al diálogo quedan progresivamente arrinconados por los grupos más conservadores e intransigentes no es precisamente ningún signo de buen augurio de cara a un futuro cada vez más complicado. La obsesión por la seguridad, los controles policiales (unos 600 policías para una población de unos 38.000 habitantes), las cámaras de vigilancia (unas 360), todo ello hace presagiar un futuro oscuro.
El significado profundo de cada espacio
Termina el capítulo 5 con dos temas que parecen menores, pero que no lo son: la arqueología puede convertirse en un arma política en manos de los ultranacionalistas ... y la coexistencia de los dos grandes cementerios (uno judío, en la falda de Monte de los Olivos, el otro, el musulmán, junto a la Muralla, ambos con cientos de miles de enterrados que esperan el día del juicio, cuando vuelva el Mesías. ¿Qué pasará, cuando todos juntos se pongan en pie para ir a la explanada del Templo, y choquen unos con otros? Hace poner la piel de gallina.
El capítulo 6 (Los tres Lugares Santos) describe, en el mismo estilo y a través de personajes, la mezquita de Al Aqsa, la iglesia del Santo Sepulcro, y el Kotel o Muro de las lamentaciones. La gracia del relato no es ver cada uno de estos espacios, como lo pueden ver tantos peregrinos o turistas, o hacerse una selfie, sino comprender el significado profundo que cada uno de ellos representa. Y el Tercer Templo, el definitivo reconstruido por el Mesías, ¿dónde será? Hay quien aprieta el acelerador para que este símbolo se haga visible pronto ... pero tomando el lugar a las dos actuales mezquitas (La Roca y Al Aqsa) que ocupan la explanada del Monte del Templo. Se acercan negros nubarrones.
Y el capítulo 7 (Oriente Medio en pedazos), a modo de recapitulación, presenta el drama de un Oriente Medio, Oriente roto (título de un libro anterior del autor, en 2017), con la desgarradora pregunta que se hacen los niños en el patio, ante una pelea: ¿Quién ha comenzado? ¿Quién tiene la culpa? Es cuando la hostilidad ya no aparece esporádicamente en forma de agresión armada, sino de tensión permanente entre varias comunidades, a la que no se encuentra el desatascador oportuno. La Ciudad Vieja es el choque de tres religiones incompatibles.
La obra termina con un breve pero impactante epílogo en forma de sentido homenaje a Ana Alba, también corresponsal freelance con sede en Israel, muerta de cáncer en Barcelona en mayo de 2020. Tan sólo hay que añadir una página de agradecimientos y una otra de lecturas recomendadas sobre el tema, y el lector se da cuenta que ha llegado al final casi sin parar. Se detiene como para recuperar el aliento, pero las preocupantes preguntas suscitadas por la lectura le acompañarán tiempo indefinido. Un libro que vale la pena leer. No es una simple crónica para turistas, ni una narración aséptica e intrascendente; es un duro alegato contra las divisiones que separan a los que estaban destinados a convivir en paz.
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