"Francisco, abogado defensor de los pobres, los auténticos vicarios de Cristo" El África que duele y reconforta al Papa Francisco
"La República Democrática del Congo y la República de Sudán del Sur son sólo dos ejemplos del rosario de países africanos que sufren las mismas penas y lloran las mismas lágrimas de la guerra, la explotación, el subdesarrollo y la miseria de sus gentes"
"El Papa ha olido la miseria, ha abrazado a los descartados y a las víctimas, ha escuchado sus relatos estremecedores"
"A Francisco le revienta la pobreza sobrevenida y ocasionada por la avaricia de las grandes potencias. Una avaricia enraizada en el sistema capitalista salvaje, que descarta, no piensa en la gente y escupe en la cara a los pobres"
"El África que vive su fe como una experiencia vital, no como una doctrina. El África que siente el Evangelio y lo vive en la vida diaria, porque vive la fraternidad y la misericordia"
"A Francisco le revienta la pobreza sobrevenida y ocasionada por la avaricia de las grandes potencias. Una avaricia enraizada en el sistema capitalista salvaje, que descarta, no piensa en la gente y escupe en la cara a los pobres"
"El África que vive su fe como una experiencia vital, no como una doctrina. El África que siente el Evangelio y lo vive en la vida diaria, porque vive la fraternidad y la misericordia"
Visita histórica del Papa Francisco a África (a la RDC y a Sudán del Sur). Dos países unidos por la misma desgracia de la guerra y de la explotación. Por distintas causas, por diversos motivos, la paz y el desarrollo no viven en sus ciudades ni han plantado la tienda en sus campos. Los dos víctimas de males internos (como el tribalismo y la corrupción) y de males externos: el evidente colonialismo económico de las grandes potencias, que esquilman sus riquezas y, para hacerlo impunemente, imponen la censura y el silencio casi absoluto a sus fraudulentas actividades en ambos países.
La República Democrática del Congo y la República de Sudán del Sur son sólo dos ejemplos del rosario de países africanos que sufren las mismas penas y lloran las mismas lágrimas de la guerra, la explotación, el subdesarrollo y la miseria de sus gentes.
Y al Papa de los pobres le duele África y su pobreza. Porque la ha tocado con sus manos, la ha abrazado. No habla de oídas ni en teoría. Ha olido la miseria, ha abrazado a los descartados y a las víctimas, ha escuchado sus relatos estremecedores. Como el del chaval que le contó cómo vio matar a su padre y cortarlo en pedazos. Y se le rompió el corazón ante esos rostros concretos. Y hasta pidió a Dios el don de mezclar sus lágrimas con las de las víctimas.
A Francisco le revienta la pobreza sobrevenida y ocasionada por la avaricia de las grandes potencias. Una avaricia enraizada en el sistema capitalista salvaje, que descarta, no piensa en la gente y escupe en la cara a los pobres. Y el Papa sabe que ese tipo de capitalismo no tiene conversión, pero, como los antiguos profetas, ha oído el llanto de su pueblo y está dispuesto a arriesgar su vida para luchar contra el Mal.
Y, desde su propia precariedad, sentado en su silla de ruedas, clama, alto y claro, contra los depredadores de los pobres. Aunque el sistema se defiende y muchas de sus denuncias y proclamas no llegan a la gente de los grandes países occidentales, porque no son recogidas por sus grandes medios, especialmente por las grandes cadenas televisivas, que silencian sus mensajes y sólo ‘venden’ lo superficial o lo anecdótico de la estancia del Papa en África.
Pero él no se cansa y sigue luchando, a tiempo y a destiempo, por sus hijos empobrecidos, por los descartados, por los que no tienen voz. No se cansa ni se cansará. Y se deja la piel y parte de su resquebrajada salud en el intento. Pero es su misión: defender a los que no tienen defensa. Abogado defensor de los pobres, los auténticos vicarios de Cristo.
Pero al Papa también le reconforta África. El África que vive, que cuida la casa común, que mira al futuro, que canta, baila y sonríe. El África que lleva el ritmo en las venas y el ‘ubuntu’ (yo soy más yo con el otro) en su sangre y en su cultura.
Ésta es el África Evangelio puro y vivo. El África que no le cuesta ser humanitaria ni samaritana ni misericordiosa. El África que vive su fe como una experiencia vital, no como una doctrina. El África que siente el Evangelio y lo vive en la vida diaria, porque vive la fraternidad y la misericordia.
Le reconforta el África que, en medio del dolor y de la cruz, se está convirtiendo en el continente de la esperanza para la Iglesia católica. En cantidad y en número de fieles. Pero también en calidad o en práctica religiosa, según demuestra un reciente estudio, que certifica que muchos países africanos alcanzan un porcentaje de más del 90% de práctica religiosa, mientras en España no llegamos al 25% y en Francia, al 8%.
Europa y el mundo desarrollado dan la espalda a la fe, que hasta languidece en Latinoamérica, pero resurge con fuerza en tierras africanas. Y es que el Evangelio es para los pobres. Y, si la Iglesia, como quiere Francisco, se convierte a los pobres, África es su presente y su futuro. Por eso, Francisco pide insistentemente a la Iglesia africana que se convierta, que destierre el clericalismo y el carrerismo, para hacerse samaritana, misericordiosa y en salida. La Iglesia de la primavera que busca Bergoglio.