Cambio de cara, de ciclo y de línea informativa en la CEE
El nuevo director de orquesta de la Conferencia Episcopal toca una nueva sinfonía que, sin pretenderlo, entierra y supera la etapa dura y doctrinaria de su predecesor, Juan Antonio Martínez Camino. Una música nueva con una nueva puesta en escena. Desde que ha entrado en la sala abarrotada de medios, el padre Gil Tamayo ha ido saludando, uno por uno, a todos los presentes. Casi todos conocidos de su larga etapa de 13 años en Añastro, como director del secretariado de Medios de Comunicación.
Besos, abrazos y muchas sonrisas y parabienes por parte de todos los presentes, incluidos los directores de los secretariados ("mis compañeros hasta hace dos años"), que asistieron casi en pleno a su toma de posesión. Y aplaudieron, con convencimiento, esa nueva canción sonora de Añastro, sede de la Conferencia episcopal.
"Buenos días, compañeras y compañeras". Desde el saludo inicial, José María Gil sonaba al Papa Francisco y a sus cálidos mensajes. Y por si quedaba la más mínima duda, añadía: "Estoy encantado de estar con vosotros. Estoy a vuestro servicio".
Consciente de que su nuevo cargo es "difícil, muy difícil", quiso ganarse, de entrada, la benevolencia de los profesionales de la información. "Hacéis un papel insustituible, necesario e imprescindible para que llegue a la sociedad lo que la Iglesia le quiere decir". De ahí que vea a los periodistas no como enemigos o gente a evitar, sino "como compañeros necesarios".
Una vez camelados los periodistas, el nuevo portavoz de la Iglesia miró ad intra, hacia la Casa de la Iglesia, para agradecer la tarea de la gente que allí trabaja, especialmente de los "directores" de los diversos departamentos, por esa "tarea oculta y de servicio a la Iglesia" que realizan de forma "entregada y generosa".
Obligada la referencia a su predecesor, Martínez Camino, con el que todos los presentes lo estaban comparando. Y el nuevo inquilino de Añastro sale ganador en todo. Sin hacer grandes cosas. Sin grandes alardes. Sólo con sencillez y campechanía. Porque, al estilo de Francisco, el nuevo portavoz transmite confianza, cercanía, sencillez y transparencia. Como el Papa, no actúa, se deja transparentar.
'Cura y periodista apasionado'
Un cura-periodista, con dos vocaciones en las que cree teórica y prácticamente. "Creo en la comunicación profundamente". Y, hasta reconoce que "quizás por eso se han fijado en mí los obispos".
Siempre humilde, se define a sí mismo como "un cura que se metió a periodista" , pero "cura y periodista de manera apasionada". Eso sí, huye de las etiquetas de progresista o conservador y no se siente condicionada por ellas.
El nuevo portavoz de los obispos cree en "la transparencia" que, a su juicio, es "la mejor forma de luchar contra los rumores, la pereza y la desinformación".
Confiesa que no viene con un programa preconcebido. Ni mediático ni de gestión, pero todo lo que dice apunta a una hoja de ruta pensada desde hace tiempo. Quiere "transmitir lo que la Iglesia es en realidad y lo que hace por la sociedad española, especialmente por los más desfavorecidos".
Y no sólo quiere "vender" la labor social de la institución, sino también su función social, porque "la Iglesia es una institución de sentido, que quiere iluminar las realidades sociales". Y, como buen informador, pretende que sea la institución la que marque la agenda, para que no vaya siempre a rebufo de la agenda marcada por los demás: "Hay que mandar en la cancha, hay que ir por delante, siempre con honestidad y transparencia".
Con esas actitudes de fondo, José María Gil quiere que la Iglesia deje de ser "profeta de calamidades" y vuelva a comunicar en positivo. Y, sobre todo, con eficacia. "Tenemos que revisar los resultados que conseguimos en la comunicación y en cómo está llegando nuestra imagen a la sociedad".
O dicho de otra forma, Gil Tamayo quiere que la Iglesia "salga de las páginas de sucesos y ocupe en las de sociedad el lugar que le corresponde". Y para eso propone "ofrecer nuestra convicciones con alegría, con simpatía y con fuerza". Porque sólo así "se irá adecuando la realidad eclesial con la mediática."
Tiene también claro que "la Iglesia española mirará a Roma, como no puede ser de otra manera, y mirará con alegría a ese aire fresco y nuevo que nos trajo el Papa". A su juicio, la sintonía con Francisco es y será total, entre otras cosas porque "Francisco tiene nuestras mismas claves culturales y eso favorece nuestra sintonía con él".
Y termina con la misma sencillez con la que empezó: "Disculpad por los errores y por los nervios". Y en la sala, suenan aplausos. Y comentarios de admiración. "Es un cambio claro de ciclo" -confiesa un fontanero de Añastro-. "Desde ayer hemos empezado a respirar. Hay aire nuevo en los pasillos". Y en el hilo musical suena una sinfonía "franciscana". Dirigida por un cura-periodista.
"Es tan fácil suceder a Camino..."
Un amigo cura me preguntaba hoy: "¿Cómo es posible que los medios estéis saludando la llegada de un cura de la Obra como si fuera la encernación del mismísimo Francisco?". A mi juicio, por varias razones. Primera, porque es de la Obra, pero un hombre muy moderado, dialogante y campechano. Y es que la Obra ya no es el coco que fue en algún momento de su historia.
Segunda, porque confirma que los obispos se han retratado mirando a Roma. Y han superado la prueba del algodón. Y el reloj de la Iglesia españoal se pone a la hora de la de Roma. "Como no podía ser de otra manera", que dijo el nuevo secretario.
Tercera, porque la profesión periodística está de enhorabuena. Llevo muchos años en Añastro y nunca había escuchado un canto a la "imprescindible" labor de los profesionales como el que hizo Gil Tamayo. Y eso es muy de agradecer y le dará réditos. Se cazan más moscas con una gota de miel...
Y cuarta porque era muy fácil suceder a Camino. No quiero hacer leña del árbol caído, pero tampoco perder la memoria. Y lo cierto es que, durante su mandado, consideró a los profesionales (a casi todos) como enemigos, dividió la Casa de la Iglesia, creó un clima de miedo y de recelo e hizo daño (quizás mucho) a la imagen pública y a la credibilidad social de la institución. Tanto es asi que todavía no me he encontrado a nadie (ni siquiera del sector más conservador) que hable bien de Camino. ¡Pobrecillo, al final da pena, pero recoge lo sembrado!
Y por último, mucha gente de Iglesia tendrá que hacer examen de conciencia. Porque callaron y se mantuvieron mudos públicamente, cuando en privado aseguraban que no se podía respirar en Añastro, que faltaba el aire y se cortaba el miedo y el recelo. ¡Ay el silencio de los buenos! De tantos obispos que, por miedo, guardaron silencio. Mucho silencio. Demasiado silencio. UN silencio espeso y culpable.
Y también es hora de reconocer la valentía de los que no callaron, de los que se enfrentaron, de los que dijeron publicamente lo que los demás no se atrevían ni a susurrar. De los que se mantuvieron firmes en sus principios. De los que le plantaron cara, jugándose su puesto. Y también de ésos hubo en Añastro. Y es de justicia reconocérselo. Lo sobispos saben perfectamente quiénes son esos tales. Pues, por lo menos, que les den las gracias. La primavera que llega a Añastro (con vientos romanos) está siendo posible también gracias a ellos.
José Manuel Vidal
José manuel Vidal