Cañizares, el cardenal de los pobres

Ha vuelto cambiado de Roma. Por dentro y por fuera. Ayer estuve en la conferencia del cardenal Antonio Cañizares en el Club Siglo XXI y me pareció que ha vuelto del Vaticano más mayor (como es lógico), pero también más sabio. Apacible y sereno, busca lo esencial y, por lo que dijo y por cómo lo dijo, parece haber encontrado el equilibrio entre los dos palos de la cruz: la espiritualidad y el compromiso, Dios y el hombre, el horizontalismo y el verticalismo.

El Siglo XXI ya no es lo que era. Ha camnbiado de sitio, en el mismo hotel, se ha remozado, pero sigue estando en mano de los sectores más conservadores de la política. Su actual presidente es Eduardo Zaplana que, en la presentación, se deshizo en elogios del cardenal: "Querido dentro y fuera de la jerarquía, una de las grandes figuras del catolicismo español y una de las mejores personas y de las más bondadosas".

No es que el Club Siglo XXI esté mal, pero quizás la Iglesia debería buscar lugares más idóneos y menos marcados politicamente, para hacerse presente en el atrio de los gentiles.

Pocas "estrellas" entre el público. Sólo Zaplana y Acebes, entre los ex políticos. Y José María Gil, varios secretarios de diversas comisiones de la CEE y el Padre Ángel, entre los eclesiásticos. La sala, casi llena. Eché de menos al arzobispo de Madrid y a sus obispos auxiliares, por lo menos.

El cardenal, en su discurso, hizo varios guiños al pasado y se fajó en el presente. Comenzó señalando, por ejemplo, que sus palabras eran "las de un pastor que ama con verdadera pasión a su patria, que vive hoy una situación que a todos nos duele". Y por eso, asegura que lo que "necesita España es levantarse".

Cree el cardenal que estamos en un momento de "cambio cultural" y de quiebra moral. Y para este momento, su receta es Dios y el hombre. Y comienza a cruzar los dos palos de la cruz. "Si queremos una Iglesia de los pobres y para los pobres, sólo será posible siendo una Iglesia de la adoración". Servir al hombre desde un Dios colocado en el centro de la realidad y de la vida.

Y por eso, habla de Francisco, el "Papa de la misericordia" y de la carta pastoral sobre los pobres que acaba de publicar.Con toda una serie de medidas para ayudarlos. Decidido a que, al menos su diócesis (pero con un guiño indirecto a toda la Iglesia española) sea "vanguardia de la caridad", porque "los bienes de la Iglesia son de los pobres". Y en esta dinámica de la misericordia, los "cristianos no podemos ser la cofradía de los ausentes".

Cañizares sembró la conferencia de anécdotas sobre Benedicto XVI y sobre Francisco. De éste contó que, antes de que fuera elegido Papa, le invitó a comer a su casa y allí le dijo que, a su juicio, el próxiomo Papa tenía que ser "un hombre muy unido al Señor y muy llagado y con la visión de San Francisco". Y acertó de pleno.

Con Benedicto XVI tuvo más trato y durante más tiempo. Siente una especial predilección por él. No en vano le pusimos el sobrenombre de "el pequeño Ratzinger".

En las preguntas, se le nota suelto y distendido. Confiesa que, como el Papa Francisco, es "un negado" para las nuevas tecnologías y que no utiliza "guasap ni nada de eso", aunque reconoce su importancia para "hacer cristianos".

A su juicio, el Sínodo será un éxito si "conseguimos tener cristianos que se casen en el Señor". Y, en cuanto a la liturgia (el dicasterio que dirigió durante 6 años y del que se vino, porque quiso, para poder ser pastor), cree que "necesitamos mejorar las homilías y el canto".

Sólo muestra un pequeño mohín de descontento, cuando un interviniente, que se declara de Vox, lanza su pregunta-mitín y acusa a los obispos españoles de poco valientes a la hora de defender los sagrados principios de la doctrina católica. Y, en la contestación, le dejó planchado, nombrando toda una serie de documentos episcopales que prueban lo contrario. "Los obispos españoles han sido muy valientes. Hay en Roma una visión muy positiva del episcopado español, en cuyo seno me siento orgulloso de reintegrarme".

Un colega decía a mi lado: "¡Así se habla! ¡Parece estar en campaña para suceder a Blázquez!". De hecho, sin el tapón de Rouco, tiene el campo libre. Además, sus apatencias de poder ya las tiene colmadas y eso es algo que sus pares valoran mucho.

Ha vuelto Cañizares, para quedarse. Y para aportar a la Iglesia española sabiduría y capacidad de servicio. Ha vuelto transformado en el cardenal de los pobres. Ha vuelto a donde solía en sus tiempos jóvenes. Como no podía ser de otra manera, el Papa Francisco y su revolución tranquila le está haciendo conectar con aquella etapa gloriosa del postconcilio, a cuya recepción tanto ayudó, junto a sus colegas del Instituto de Pastoral de Madrid, donde le tuve de profesor. Y es que somos hijos de nuestra historia.

José Manuel Vidal
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