El "Evangelio de los marginados": La hoja de ruta que el Papa propone a sus cardenales

La revolución tranquila del Papa, que no se detendrá ante las presiones de los halcones curiales, tiene una hoja de ruta, que Francisco quiso entregar hoy, explicitada, a sus nuevos cardenales, en una solemne eucaristía en la Basílica de San Pedro. Consiste, esencialmente, en pasar de la doctrina al Evangelio. En las últimas décadas, la Iglesia cargaba las tintas en los principios doctrinales "innegociables". Asaeteaba a los católicos, un día sí y otro también, con la estrategia del no, del pecado, de la aduana. Y hasta amenazaba con la excomunión a los numerosos pecadores.

Francisco no quiere cambiar los dogmas católicos. No puede hacerlo. Pero, respetando el Credo irreformable, está dispuesto a revisar todas las demás adherencias doctrinales que, como el polvo de los siglos, se ha ido pegando al rostro de la Iglesia católica. Para volver a las esencias y redescubrir el Evangelio. Pero no cualquier Evangelio, sino el "Evangelio de los marginados".

Ése es, según el Papa, el gran reto de la Iglesia actual. Porque "en el Evangelio de los marginados se juega nuestra credibilidad". El catolicismo sólo volverá a conectar con amplias capas de la población o sólo podrá seguir siendo levadura en la masa, si se tiñe de ternura, misericordia, compasión y caridad con los más pobres.

Por eso, en una vibrante homilía, que le salía del fondo del alma, Francisco quiso explicitar a sus 20 nuevos cardenales, por donde pasa ese Evangelio. En primer lugar, pasa por cambiar el chip de las autoridades eclesiales. Los cardenales no pueden ser señores ni príncipes. Púrpuras, sí, pero para servir. No para mandar ni para pavonearse con el brillo y el poder. Eso significa conformar un auténtico "colegio" cardenalicio, entre cuyos miembros no reinen los celos ni el orgullo y, mucho menos, el odio y el rencor.

En segundo lugar el "Evangelio de los marginados" pasa por imitar la "compasión" de Jesús. Esa compasión profunda, que viene de la palabra latina "cum patire", "sufrir con". Como la que mostró y demostró Jesús con el leproso, al que toca, abraza, sana y salva de la exclusión.

Ésa es la Iglesia que quiere el Papa: compasiva, que se acerca a los pobres, sin miedo al que dirán ni a provocar el escándalo de los fariseos. De esos clérigos, también actuales, que "se escandalizan ante cualquier apertura que no encaje con sus esquemas mentales, ante cualquier caricia que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista".

Las dos lógicas en pugna en la Iglesia

En tercer lugar, el "Evangelio de los marginados" es el que responde a la "lógica del amor". Porque, según el Papa, en la Iglesia siempre ha habido dos lógicas en pugna. Una que se centra "en el miedo de perder a los salvados". Y la otra que se basa en "el deseo de salvar a los perdidos". Ésta última lógica, la lógica de la integración, es la que tiene que identificar a la Iglesia. La lógica que guía la primavera reformista de Bergoglio, frente al miedo de los halcones que se enrocan en la dinámica de no perder a los que ya están dentro y, por eso, optan por pescar en pecera.

Y para que quedase claro su reforma primaveral, el Papa quiso ilustrar y concretar todavía más en qué consiste esa lógica del amor. "No quiere decir menospreciar los peligros o hacer entrar los lobos en el rebaño, sino acoger al hijo pródigo, actuar decididamente, remangarse y no quedarse mirando pasivamente el sufrimiento del mundo".

O dicho de otra forma: "El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre, sino difundir la misericordia de Dios a todas las personas que lo piden con corazón sincero. Salir del propio recinto para buscar a los lejanos en las periferias de la existencia. Seguir al Maestro cuando dice 'No necesitan médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores'".

Y es que, en la lógica del amor, la "caridad no puede ser neutra, aséptica, indiferente, tibia o imparcial. La caridad contagia, apasiona, arriesga y compromete, porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita".

Esta lógica evangélica impulsa a salir, a buscar a la oveja perdida. Se trata de "no acoger sólo e integrar, con valor evangélico, a aquellos que llaman a la puerta; sino salir, ir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos" e, incluso a los que se declaran ateos. "Sin miedo a la ternura y a la compasión".

Una hoja de ruta, la del "Evangelio de los marginados" que, según el Papa, tiene dos iconos claros. El primero, Cristo. Y el segundo, San Francisco de Asís. Ambos "no tuvieron miedo de abrazar a los leprosos y de acoger a aquellos que sufren cualquier tipo de marginación". Ése es el Evangelio que hará creíble a la Iglesia católica en el tercer milenio. Sin él, perderá toda su credibilidad y su sal se tornará insípida.

José Manuel Vidal
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