Martini y el preservativo
Y lo dice el cardenal Martini, uno de los purpurados con mayor prestigio en el seno de la Iglesia. Este no es ningún cantamañanas. No se le puede descalificar con razones ad hominem.
Por cierto, dice lo mismo que Juan Masiá, que, ciertamente, deberá sentirse aliviado. Pero a Masiá los obispos, y hasta algunos de sus propios compañeros, lo ponen a caer de un guindo. Ya verán como no se atarven a hacer lo mismo con el cardenal Martini. Ni los obispos ni, por supuesto, sus propios hermanos jesuitas.
¿Por qué se lanza el cardenal emérito de Milán a esta "piscina"? Una de dos. O bien lo hace en connivencia con el Papa o va por libre. En la primera hipótesis, significaría que Benedicto XVI podría estar pensando en una seria reforma de la doctrina moral reformable o, al menos en dar pequeños pasos, que eviten el cisma silencioso en el que viven tantos cristianos en el ámbito moral. NO es probable. Sería toda una sorpresa.
Lo más probable es que el cardenal Martini se haya cansado de tanta intransigencia moral y haya decidido decir lo que piensa. Eso que antes se llamaba la denuncia profética. Hecha desde dentro y desde arriba. Disentir en y desde la Iglesia. O como dice Másiá, la "discrepancia cariñosa".
Sea lo que fuere, en muchos ámbitos eclesiales se han acogido con gozo las palabras del cardenal Martini. Hay esperanza en la Iglesia. Hay entrañas de misericordia en algunso jerarcas de la Iglesia. Todavía se puede respirar. Pero que el Papa no tarde mucho en abrir las ventanas, porque muchos corren el riesgo de asfixiarse. Y salir huyendo. Y si la Iglesia pierde a las mujeres, que las está perdiendo, adiós a la educación en la fe en las familias. ¡Abra las ventanas, Santidad! La Iglesia se juega mucho...y el Reino, más.