La misericordia conlleva el perdón total y absoluto a las clarisas de Belorado “Mujer, ¿nadie te ha condenado? Yo, tampoco” (Jn 8,11) ¿Misericordia o ley para las clarisas de Belorado?
"Se han equivocado tanto en el fondo como en la forma de su rebelión. En el fondo, porque su rebelión consiste en tirar por la borda cientos de años de 15 vidas entregadas a Dios y a la vida contemplativa, algunas de ellas desde la infancia"
"La Pía Unión del obispo excomulgado Pablo de Rojas no es una Iglesia ni nada que se le parezca, sino una simple secta-asociación, para el lucro personal de dos espabilados, que viven del cuento"
"Es evidente que a la institución, con su comisario pontificio al frente, monseñor Iceta, se lo están poniendo en bandeja, para acogerse a la justicia civil y acabar cuanto antes con el cisma"
"Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia"
"Es evidente que a la institución, con su comisario pontificio al frente, monseñor Iceta, se lo están poniendo en bandeja, para acogerse a la justicia civil y acabar cuanto antes con el cisma"
"Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia"
¿Después de la que han montado, se puede pedir misericordia para las clarisas de Belorado? Se puede, se debe y hasta es justo y necesario, como proclama el canon de la misa. Es obvio, que las contemplativas, guiadas, dirigidas (y no sabemos hasta qué punto manipuladas) por su abadesa (ya ex), Sor Isabel de la Trinidad, se han equivocado tanto en el fondo como en la forma de su rebelión.
En el fondo, porque su rebelión consiste en tirar por la borda cientos de años de 15 vidas entregadas a Dios y a la vida contemplativa, algunas de ellas desde la infancia. Por eso, su ‘levantamiento’ es tan difícil de entender en clave espiritual. ¿Es que, ahora, las monjas van a renegar de sus votos, de su vida vivida, de su fe acrisolada en la soledad de la contemplación? ¿Es que, sólo ahora y de repente, las quince se han dado cuenta de que toda su vida fue un error y un tremendo desperdicio donado a fondo perdido a una Iglesia que les ha mentido y les ha engañado?
¿Y las horas pasadas ante el Santísimo? ¿Y las continuas plegarias por los Papas, entre ellos por el Papa reinante, Francisco, y por los sucesivos obispos de Burgos, su archidiócesis? ¿Cómo es posible que vayan a tirar por la borda sus vidas consagradas a Dios y al carisma franciscano de Santa Clara, cuando algunas de ellas, como la propia Sor Isabel, abandonaron el convento de Lerma, para seguir siendo fieles a su carisma, cuando Sor Verónica, decidió refundarlo y crear Iesu Communio?
Es cierto que cualquier persona tiene derecho a cambiar de opinión y a caerse del caballo. Y hasta fundar una nueva secta o, incluso, apostatar. Las clarisas de Belorado, también. Pero de querer salir de la Iglesia y romper la comunión, a unas monjas contemplativas se les pide que, por lo menos, lo hagan con delicadeza y elegancia e, incluso, con un poco de caridad.
Por ejemplo, sin insultar a la institución que fue su casa durante tantos años. Sin llamar usurpadores a los últimos Papas. Sin conceder una entrevista (pagada) a un programa de variedades de Tele 5 en horario de máxima audiencia. Y, si sales de la Iglesia católica, se supone que es para ir a otra mejor.
Pero la alternativa por la que optaron las clarisas no ha podido ser peor. La Pía Unión del obispo excomulgado Pablo de Rojas no es una Iglesia ni nada que se le parezca, sino una simple secta-asociación, para el lucro personal de dos espabilados, que viven del cuento. Hasta le supera el Palmar de Troya. Y no digamos los Lefebvrianos.
La prueba de que lo hicieron mal es que Sor Isabel y sus monjas siguen empecinadas en transitar por la vía cismática, provocar la excomunión y judicializar el caso, huyendo de la mano tendida y del diálogo que les ofrece la Iglesia y el comisario pontificio.
Las clarisas de Belorado han tomado, además, una decisión muy arriesgada, porque lo más probable es que, al final del proceso, se queden sin casa, sin votos y sin carisma. Ya son okupas legalmente (o eso dicen los principales juristas y canonistas) y, de empecinarse en su decisión, pronto podrían ser desahuciadas.
Mientras tanto, su descrédito crece a marchas forzadas y, al mismo tiempo, contribuyen decisivamente al escándalo de los sencillos (y hay muchos) y al hundimiento (ya casi absoluto) de la imagen pública y de la credibilidad de la Iglesia católica en España y en el mundo, porque el caso de Belorado, por lo esperpéntico, está en las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo.
Hemos hablado con muchas monjas (tanto de vida activa como de clausura) sobre el caso Belorado. Y ninguna se explica las razones que las han podido llevar a romper la comunión eclesial de una forma tan rápida y tan abrupta, de pisotear el carisma franciscano y de arrastrar por el fango de los cotilleos a la vida religiosa en su conjunto.
¿Cómo es posible que 15 monjas renuncien a la vez a sus principios vitales y a su espiritualidad más profunda, asi como a la comunión eclesial? ¿A ninguna de las 15 monjas le queda un pelín de cordura, de sentido común, para reconocer el supremo ridículo que están haciendo al acogerse a un obispo fake, incluso repudiado por el obispo que lo consagró, Ricardo Subirón Ferrandis, también él un obispo no reconocido por la Iglesia católica y suspendido a divinis por el Arzobispado de Valencia en 1983?
Además, las clarisas cismáticas no sólo se empecinan en su error, sino que, quizás mal asesoradas, quieren judicializar el tema, creyendo que ésa es la única vía que las puede salvar de ser desahuciadas y convertirse en ‘doncellas’ de un falso obispo.
La situación es clara, diáfana y favorable para la Iglesia, a la que nunca unos cismáticos se lo pusieron tan fácil. Es evidente que a la institución, con su comisario pontificio al frente, monseñor Iceta, se lo están poniendo en bandeja, para acogerse a la justicia civil y acabar cuanto antes con el cisma.
Una reacción lógica y justa a los ojos de la gente y que se podría ‘vender’ muy bien públicamente como una simple aplicación de la ley. Y terminar con el ‘escándalo’ cuanto antes. La ‘tentación’ para el comisario pontificio está ahí acechando, amén de las presiones del sector más conservador que le está pidiendo, desde hace ya tiempo, que corte por lo sano y aplique la ley. Mano dura.
Es evidente que ésa es la solución que daría al caso cualquier otra institución. ¿Pero la Iglesia no debería distinguirse también en eso? ¿No debería aplicar otra medicina diferente a la de la ley y del castigo a unas monjas erradas?
Solucionar de otra forma el cisma de Belorado significa apostar decididamente por la misericordia. Pero de verdad, no sólo como una palabra bonita. Significa activar, en primer lugar, el perdón sin límites y de todo corazón. Como Jesús en el Evangelio:
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Y el Papa Francisco, en la recién celebrada fiesta del Corpus, acaba de subrayar una vez más: “Perdonad y levantad al que se equivoca y cae por debilidad o por error; porque todo es don y nada se puede perder, porque nadie puede quedarse tirado, y todos deben tener la posibilidad de volver a levantarse y retomar el camino”.
Monseñor Iceta: Perdón y misericordia total y absoluta. Acuda con la humildad que le caracteriza a Belorado; hable desde el corazón con todas y cada una. Y que decidan libremente. Y seguro que la mayoría no quiere renegar de su carisma ni de su fe. Ayude económicamente a las que quieran irse. Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: “Mirad cómo se aman”.