El Papa indisciplinado: "Jamás fui de derechas"

Este Papa es de otra pasta. De la pasta de los hombres de Dios. Y sin red, abiertamente y sin tapujos, transparenta lo que es, lo que siente, lo que vive, lo que quiere y lo que sueña. En una larga entrevista con Antonio Spadaro, el jesuita y director de la Civiltà cattolica. Seis horas en tres encuentros dan para mucho y el Papa se explaya. La entrevista entera no tiene desperdicio. Pueden leerla aquí. Me limito a hacer una serie de acotaciones y consideraciones al respecto de lo que dice Francisco.

-Se retrata a sí mismo como "bastante ingenuo" e "indisciplinado nato". Sin cortarse un pelo. Como cualquier persona. Aunque, a renglón seguido, vuelva a sentirse eclesiástico y se pinte como "un pecador en quien el Señor ha puesto sus ojos".

-Descubre sus aficiones literarias, musicales y cinéfilas, que ya conocíamos por otros libros. Por cierto, nada eclesiásticas. Como las de un hombre normal, con formación y cultura. Entre sus autores de cabecera se encuentran Dostoyevski y Hölderlin. "En pintura admiro a Caravaggio: sus lienzos me hablan. Pero también Chagall con su Crucifixión blanca...", subraya, mientras que en música se entrega a Mozart, a Beethoven "prometéicamente" y a Bach. En el cine, se mueve entre "La Strada" de Fellini, además de Anna Magnani y Aldo Fabrizi.

-Pensó en ser dominico, pero se decantó por los jesuitas por tres cosas: "Su carácter misionero, la comunidad y la disciplina". Y reconoce que llegó muy joven (36 años) a provincial de la Compañía y, al mismo tiempo, no esconde sus errores de gobierno en aquella época: "Mi gobierno como jesuita, al comienzo, adolecía de muchos defectos...Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador".

-Y es en este contexto en el que proclama: "Jamás he sido de derechas". Una afirmación que va a escocer a los sectores más conservadores (a los que más adelante tacha de "restauracionistas") y que, sin duda, hay que leer en clave eclesiástica. ¡Cuántos palos nos cayeron a algunos por utilizar esta clave política de izquierdas-derechas, para situar a los eclesiásticos, especialmente a los obispos! Y, ahora, va el Papa y la suelta. Nos está pasando a todos por la izquierda o, dicho de otra manera, por el Evangelio.

-Su abuela Rosa: Una vez más recuerda con cariño y devoción y casi eleva a los altares a su abuela Rosa, la que marcó su infancia, la que le transmitió la fe. "En el breviario llevo el testamento de mi abuela Rosa, y lo leo a menudo: porque para mí es como una oración. Es una santa que ha sufrido mucho, incluso moralmente, y ha seguido valerosamente siempre hacia delante".

-Repite que la Iglesia tiene que ir a lo esencial, que no es la doctrina moral (como hasta ahora), sino el anuncio del Cristo que salva y da sentido a la vida de la gente. O dicho de otra forma, primero proclamar la Buena Noticia y, después, ya vendrá la moral. No al revés, como se venía haciendo hasta ahora. Con escaso éxito.

-Homosexuales: les llama 'heridos sociales' y dice que la misión de la Iglesia es "acompañarlos". ¡Qué cambio! Algunos prelados españoles deberían esconderse o presentar la renuncia e irse de misioneros al Congo. "Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?'", le preguntó el Papa, a la gallega, a alguien que le imprecaba sobre su actitud hacia los gays.

-Mujer en la Iglesia: No quiere "machismo con faldas", pero asegura que "el genio femenino" no puede faltar en la Iglesia. Y concreta más y apunta a hechos reales: Quiere a las mujeres en puestos de responsabilidad y autoridad en la Iglesia. ¿Veremos pronto a mujeres cardenales, como están pidiendo ya decenas de teólogos alemanes?

-Moral sexual: Reconoce, con una valentía inusitada, que el edificio de la moral puede venirse abajo como "un castillo de naipes". Por eso urge a encontrar un "nuevo equilibrio" en estos temas, que conserve la "frescura y el perfume del Evangelio". Se puede decir más alto, pero no más claro ni más bello.

-Palo a los talibanes. En toda la cresta: "Un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. La tradición y la memoria del pasado tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios nuevos a Dios. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tienda a la ‘seguridad' doctrinal de modo exagerado, el que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva. Y así la fe se convierte en una ideología entre tantas otras". A ver si algunos se dan por enterados. Aunque no lo harán. Volverán a buscarle las vueltas, porque no siguen a Cristo ni al Papa, sino a una ideología religiosa.

-Cómo esponja el alma leerle hablar de una Iglesia "casa de todos" no "capillita de unos selectos". Una Iglesia atenta a curar "heridas" y "dar calor a los corazones de los fieles".

-Una vez más pone a caldo a los "clérigos-funcionarios de despacho" y pide a los obispos que sean pastores en busca de "veredas nuevas". Les desmonta el chiringuito a algunos obispos, siempre en busca de veredas rancias y viejas, y los deja en evidencia con sus palabras y su forma de vida. No más obispos-príncipes ni obispos de aeropuertos. Obispos invitados a "pacer con magnanimidad".

-Curia, con dicasterios de "ayuda" no de "censura". Y, hablando de eso, dice: "Impresiona ver las denuncias de falta de ortodoxia que llegan a Roma". Y lo dice con pena y con dolor. Se ha terminado la época de las denuncias anónimas o firmadas, de las cruces rojas colocadas a diestro y siniestro sobre teólogos, curas, frailes, monjas, obispos y periodistas. Algo sabemos de esas cruces y no hace mucho tiempo. Y por dos veces. Porque los de las "cruces rojas" no paran y están dispuestos a morir matando. Y sus brazos terminales mediáticos, tampoco. Pero hacen el ridículo y pierden el tiempo. Roma ya no escucha a acusicas, expendedores de carnets de catolicismo. Este papa sólo se fía de la gente que duda y que busca a Dios en medio del mundo.

-Nuevo homenaje al gesto de "santidad, grandeza y humildad" de la renuncia de Benedicto XVI. Y, de nuevo, cita al Padre Arrupe, al que no me extrañaria que pronto elevase a los altares o, al menos, introdujese su causa.

Y muchas más cosas. Hace unos meses a los que decían o decíamos la cuarta parte de esto nos llamaban herejes, nos tildaban de anti-Iglesia y nos llevaban a sus hogueras de papel. Hoy, es el propio Papa el que lo dice y va más allá que muchos de nosotros. Por eso están que trinan. A él no pueden quemarlo. Se acabó su reino de tirapiedras. Viene una época inclusiva en la Iglesia, en la que quepan incluso los malos, los profetas de calamidades y los tirapiedras.

José Manuel Vidal
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