El Papa reza y llora por Venezuela, Siria e Irak

Desde la cátedra de la ventana de las bendiciones de la Plaza de San Pedro, Francisco aprovechó la oración del Ángelus dominical, para rezar y llorar por Venezuela, Siria e Irak. Con el gesto triste, el Papa recordó la "aguda tensión" que se está viviendo estos días en Venezuela y confió a la protección de la Virgen de Coromoto a las víctimas y, en especial, "al muchacho asesinado hace pocos días en San Cristóbal".

Pero el Papa no se queda en la oración y en el consuelo. Quiere una piedad activa, una contemplación que lleve a la acción y, poco a poco, ayude a ir transformando el mundo en el Reino de Dios. Por eso, desde la atalaya de su enorme autoridad moral, lanza un apremiante llamamiento al "rechazo de la violencia y al respeto de la dignidad de toda persona y de la sacralidad de la vida humana".

Grandes principios de la doctrina social de la Iglesia que, según Francisco, tienen que plasmarse en "retomar un camino común para el bien del país, reabriendo espacios de encuentro y de diálogo sinceros y constructivos". El Santo Padre, que conoce de cerca la realidad de Latinoamérica, sabe mejor que nadie que los actuales conflictos venezolanos sólo pueden solucionarse echando agua fría a la dinámica de la violencia y reavivando las llamas del encuentro y del diálogo.

Incluso antes de mencionar a Venezuela y con el corazón quizás más encogido todavía, el Papa rezó y lloró por los cristianos (y otras minorías) perseguidos, expulsados y asesinados en Siria y en Irak por parte del Estado Islámico.

Un drama olvidado por las grandes cancillerías del mundo occidental. Un drama sangriento que no parece tener fin. Cristianos víctimas de "una violencia intolerable" por el simple hecho de ser cristianos, "a causa de la fe que profesan". Por no querer apostatar, por mantenerse fieles a su fe.
Cristianos perseguidos

Mártires de hoy, víctimas de fundamentalistas, que se dicen musulmanes, pero que no lo son. Por ellos, el Papa ofreció la santa misa y guardó varios minutos de silencio, con la gente, en la plaza de San Pedro. Y, como siempre, después de rezar, pidió a "todos, según sus posibilidades, movilizarse para aliviar los sufrimientos de las víctimas". Un SOS que quiebra la voz del Papa.

Los cristianos perseguidos de Sira e Irak necesitan urgentemente una movilización mundial parecida a la del 'Je suis Charlie'. Una movilización de las conciencias. Una movilización de la diplomacia. Una movilización con los medios necesarios (incluido el uso de la fuerza), para detener la iniquidad de los perseguidores y poner fin al llanto y a la cruz de los cristianos perseguidos de Siria e Irak. Salvar sus vidas de inocentes asesinados por odio a la fe, en nombre de Dios.

La movilización del 'Yo soy cristiano de Siria e Irak'. Desde su ventana, el Papa rezó y lloró por ellos. Puede que su llanto llame a las puertas del corazón de los grandes del mundo. Desde Obama a Putin, pasando por Merkel y Hollande. Y se decidan a parar, de una vez por todas y con rapidez, esta carnicería sangrienta de los nuevos Nerones del Estados Islámico. 'Inshallah' (Alá nos oiga).

José Manuel Vidal
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