El Papa párroco deseado
Ni los más optimistas podíamos soñar un Papa así, después de tantos años de "invierno eclesial", como dijo Rahner. Parece increíble. Es como un milagro y habla de la potencia del Espíritu actuando en la Iglesia. Un Papa que habla como un sencillo cura de pueblo, vive como ellos y actúa como ellos. Como un padre y un pastor. Un Papa que quiere y se hace querer por las ovejas.
Un Papa empeñado en ser testigo creíble del Evangelio. Un Papa que quiere vivir lo que predica y quiere que la Iglesia haga lo mismo. O, al menos, lo intente.
Un Papa al que se le entienden todas sus prédicas, porque siempre habla con el corazón en la mano. Con sus palabras, que son agua clara que alimenta, sin grandes circunloquios teológicos, a los fieles. Van directas al corazón y repiten, una y otra vez (machaconamente) los mismos mensajes: misericordia, perdón, ternura de Dios.
Y si en el anuncio conecta directamente con la esperanza de la gente, en la denuncia no se anda por las ramas. Y zarandea con fuerza al "capitalismo salvaje, causante de la crisis", que deja a los más pobres tirados en las cunetas de la vida y en las fronteras de la existencia. Interpela a los ricos y poderosos y arremete contra los grandes poderes financieros.
Y, sobre todo, sacude a la casta clerical, acostumbrada al mando, al boato, a la opulencia, a la hipocresía, a la condena. Quiere que los clérigos (altos y bajos) vayan a las fronteras, que salgan de sua palacios, que dejen sus coches con chófer, que huelan a oveja y no a Armani, que se pongan las botas del pastor o las sandalias del pescador. No quiere arribistas, ni clérigos que buscan desaforadamente el poder. Sólo quiere servidores de los de verdad y no sólo de boquilla.
Y habla con sus gestos, que son auténticas encíclicas. Sentarse en un silla, con los fieles, al terminar la misa significa la escenificación de la Iglesia pueblo de Dios, donde todos somos iguales y hermanos. O la silla vacía en el concierto del otro día...Gestos que son encíclicas y que llegan a todo el mundo, mientras las clásicas encíclicas sólo las leen unos cuantos.
Nunca un Papa tuvo tanta capacidad de seducción y de atracción. Ni siquiera Juan Pablo II, el Papa Magno.
Dicen algunos que, tras la oledada de entusiasmo, vendrán las desilusiones. Aseguran que las expectativas están demasiado altas. Tan altas que pueden defraudar. Yo digo: que nos quiten lo bailado. Y lo que vamoa a seguir bailando. Porque, Francisco, para reparar la Iglesia de Cristo va a barrer a fondo. Tiene mucha limpieza que hacer el nuevo barrendero de Dios.
Empezando por el IOR, la madre de todos los males de la Iglesia. Si acaba con el banco vaticano, si lo convierte en una banca ética o absolutamente transparente, estará cortando la línea de aprovisionamiento de las mafias y las cordadas de poder en el Vaticano. Mafias que se alimentan de este dinero negro. ¿Por qué todos los obispos del mundo tienen que tener una tarjeta del IOR y cuentas abiertas en ese banco? Muerto el perro del IOR se acabará la rabia en la Curia y en la Iglesia. O gran parte de ella.
Y, después, vendrá la limpieza en la Curia y en todas las curias del mundo, infestadas de arribistas. Y los obispos se elegirán por su valía, su celo pastoral y su esiritualidad, no en función de su pertenencia a un movimiento o a un modelo eclesial de poder. Y llegará hasta donde pueda. Y hará lo que pueda, pero dejará la Iglesia encarrilada.
Porque ésa ha sido, a mi juicio, la principal aportación de Francisco a la vida de la Iglesia: el cambio de tendencia. Esto pinta de otra forma. Esto huele a sonrisa y alegría. Esto sabe a una Iglesia que ofrece al Dios que sana y salva, no al del palo y la condena. Esto es vida más que doctrina.
Una nueva tendencia que está terminando con el clima de miedo que se había instaurado en la Iglesia de Dios. Un miedo que ahogaba la más mínima crítica, que asfixiaba a los teólogos, a los discrepantes en lo accidental, a los que no se alineaban con lo eclesialmente correcto. Se ha terminado la era de los tirapiedras y de los enciendehogueras.
El unico pero que veo a la actual situación es que la Iglesia siga dependiendo tanto de una sola persona, del Papa de turno. Porque eso significa que el pueblo de Dios está todavía inmaduro, no cuenta, no decide apenas. Eso habla de una Iglesia demasiado clericalizada y "papalizada".
La nueva tendencia tendrá que afrontar también esto y caminar hacia una Iglesia más corresponsable y más colegial.
Sólo este cambio de tendencia esponja el alma. Lo demás, ya vendrá, cuando Dios quiera que venga.Es primavera y verano en la Iglesia. Hemos dejado atrás el otoño y el invierno. Toca sembrar esperanza para los pobres, los preferidos de Cristo. Toca alegrarse y agradecer a Dios el don del Papa Francisco.
José Manuel Vidal