El Papa también peca...y se confiesa

La foto lo dice todo. El Papa Francisco también se confiesa. Hasta ahora, habíamos visto a los Papas confesar a alguna gente, pero nunca confesarse en público, a la vista de todos, exhibiendo su condición de pecadores. Francisco lo hace y, con ese gesto (como siempre) dice más que con mil palabras.

El Papa proclama que es un pecador. Como cualquier otro. Ya lo había dicho en varias ocasiones, pero ahora lo plasma, lo lleva a la práctica, lo deja ver. Sin esconderse, sin guardar ese acto de humildad para su intimidad. Quiere que lo vean confesarse.

Y al hacerlo está desacralizando el papado. Lo normaliza. Corríamos el riesgo de elevar tanto a los Papas que casi los convertíamos en santos o en seres semidivinos. Francisco hace aterrizar el papado. Se confiesa como uno más y confiesa con misericordia. Porque no quiere que el sacramento de la penitencia sea un tribunal, sino la casa del padre del hijo pródigo que hace fiesta y se engalana para el pecador que regresa. A Dios no se va por el miedo, sino por el amor.

Para retratar la doble moral del clero, se solía poner en boca de un cura el siguiente refrán: "Haced lo que yo os digo, pero no hagáis lo que yo hago". El Papa quiere enterrarlo. Y predica con el ejemplo. Va por delante, abre camino, hace lo que dice. O lo intenta, al menos. La coherencia vital de un Papa que ha traído a la Iglesia una bocanada de frescor evangélico. Qué digo bocanada, un tsunami de misericordia, alegría y esperanza encarnado en un Papa que vive lo que dice y que transparenta lo que lleva dentro con total naturalidad. Como debe ser.

José Manuel Vidal
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