Pedir perdón...de aquella manera

Rectificar es de sabios y pedir perdón, de humildes. Sabiduría y humildad no son virtudes que adornen a algunos curas y obispos de la Iglesia católica española. O eso parece. El cura de Canena, Pedro Ruiz, se equivocó en toda regla. Y en vez de asumirlo, admitirlo, agachar la cabeza y pedir perdón públicamente, trata de justificarse y de pedir disculpas (de aquella manera) con la teoría del mal menor. Y su obispo, Ramón del Hoyo, sigue la misma o parecida dinámica.

Con lo fácil que es decir sí o no, como Cristo nos enseña. Con lo fácil que es decir: "Me he equivocado y pido perdón". En mi nombre y en el de la institución a la que represento. Pues no. El cura de Canena y su obispo han vuelto a caer en el mismo error de siempre: decir sí, pero queriendo decir no o pedir perdón sin pedirlo.

No se dan cuenta (o sí, pero les da igual) que, cuando piden perdón de esta manera, empeoran la situación. Y lanzan más descrédito sobre la Iglesia. Y en estos precisos momentos en que la institución ha comenzado la campaña para pedir a la gente que marque la X en la casilla de la Iglesia.

Además, la equivocación es de tal calado que no caben excusas. Porque, una de dos. O el cura es un ingenuo y no debería estar dedicado a la cura de almas. O está "quemado" con el mundo y ha querido aprovechar la coyuntura de las primeras comuniones para lanzar su soflama a los cuatro vientos. Algunos vecinos apuntan a esta última alternativa.

Es decir, sabía perfectamente que el día de las primeras comuniones la iglesia se llena y los padres graban toda la ceremonia con sus cámaras y con sus móviles. Excelsa ocasión para los quince minutos de gloria nacional de un cura con ganas de dar la nota o muy descontento con el relativismo moral actual. Aún concediendo que fuese por este último motivo, no era el lugar ni el momento de explotar.

En definitiva, más humildad. Pedir perdón de aquella manera no vale para nada. Al contrario, empeora las cosas. La gente, el pueblo fiel, sabe que cualquiera puede equivocarse y cometer un error. Incluidos los curas y los obispos. Lo que no tolera es que la chuleen y que los clérigos no vivan ni cumplan lo que ellos mismos predican. Muy mal por el cura y todavía peor por el obispo, al que se le supone mayor capacidad de discernimiento y de tino pastoral.

José Manuel Vidal
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