Púrpuras para las periferias
El arzobispo emérito de Pamplona recibe, a sus 84 años, el premio a los servicios prestados a la Iglesia española desde la Transición hasta ahora mismo. Asesor del cardenal Tarancón, fue uno de los intelectuales españoles (junto a Olegario González o Casiano Floristán) que pusieron en marcha el postconcilio en España. Su valía intelectual pronto fue reconocida con el nombramiento de Rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, la “niña bonita” del episcopado.
Pero pronto tuvo que dejar las aulas para dedicarse al pastoreo. Primero, como obispo de León y secretario general de la Conferencia episcopal y, después, como arzobispo coadjutor de Granada, hasta aterrizar a su encomienda pastoral definitiva: el arzobispado de Pamplona. Allí, no contentó ni a tirios ni a troyanos. Los nacionalistas le tacharon de “tapón” a sus aspiraciones y los españolistas de ser demasiado blando con la situación y la problemática de Euskadi.
Donde más brilló, sin duda, fue como miembro destacado de la Conferencia episcopal, en la que siempre sentó cátedra. Primero, a nivel pastoral, tratando de ir moderando y equilibrando el progresismo eclesial al que había pertenecido. Y él mismo se quedó preso entre ambos sectores eclesiales. Los progresistas nunca le perdonaron que hubiese abandonado su nave y los conservadores siempre le echaron en cara sus “devaneos juveniles”.
A pesar de todo, por su propia valía, se convirtió en el líder incontestable del sector moderado. Como tal, de su cabeza y de su pluma (escribe tan fácilmente que apenas tiene que corregir) salieron los principales documentos del episcopado de las dos últimas décadas. Desde las 'Orientaciones morales ante la situación actual de España' (2006) hasta 'Testigos del Dios vivo' (1985), 'La verdad os hará libres' (1990) o 'Moral y sociedad democrática' (1996). En la conferencia fue secretario y vicepresidente. No llegó a la presidencia, porque le taponó su otrora amigo, el cardenal Rouco Varela.
Los hombres de Paco
Junto a Fernando Sebastián, Francisco hace un guiño evidente a Juan XXIII y al Concilio, con la birreta a otro emérito histórico, el prestigioso secretario personal del Papa Bueno, Loris Capovilla, a sus 94 años.
Los demás cardenales elegidos con derecho a voto dejan claro las nuevas tendencias de la “revolución tranquila” de Francisco:
-Sólo nombra a 4 curiales y, con esa decisión, rompe la dinámica de que todo presidente de un Pontificio Consejo estuviese destinado a la púrpura. Con ello, el Papa denuncia indirectamente el carrerismo en la Curia y le pone coto.
-Con el nombramiento de 5 latinoamericanos, 3 africanos y 2 asiáticos, Francisco proclama que el centro de la Iglesia está en las periferias geográficas, humanas y espirituales. Misioneros de ida y vuelta, los tres continentes otrora evangelizados por Europa recogen la antorcha, la devuelven y hacen gala de su vigor religioso y apostólico. El catolicismo del siglo XXI mira a América, a África y, especialmente, al Asia ya más que emergente, donde el catolicismo está creciendo a pasos agigantados. Muchas órdenes religiosas, entre ellas los jesuitas, tienen ya en Asia (concretamente en La India) su principal vivero vocacional.
-Sólo un europeo (no italiano ni curial), el arzobispo de Westminster, monseñor Nichols, que, además, fulge como amigo y asesor del Papa Bergoglio.
-Se inaugura la tendencia de púrpuras más 'ad personam' que 'ad officium'. Se ve claramente no sólo en en el caso de monseñor Nichols, sino también y sobre todo en el del italiano Basetti, al que el Papa, con la púrpura, preconiza para que sea el próximo presidente del episcopado italiano y uno de sus hombres de confianza en Roma. O el nombramiento del cardenal haitiano, Langlois, un premio evidente a un pastor sencillo y a un país azotado por las calamidades y que figura entre los más pobres de los pobres. Son las querencias de Francisco, reflejadas en sus púrpuras.
-Priman los pastores sobre los teólogos: un sólo teólogo profesional, monseñor Müller, frente a muchos que fueron párrocos.
-Aparecen claramente reflejados dos principios del papa Bergoglio: Respeto a la tradición y discrecionalidad. Por lo primero, elige cardenales a los curiales Parolin, Secretario de Estado, Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, y Stella, prefecto del Clero, las tres congregaciones que, según la 'Pastor bonus', deben estar regidas por purpurados. Pero, al mimso tiempo elige, con absoluta discrecionalidad, a prelados de sedes nada cardenalicias, como el filipino Orlando Beltrán, de la isla de Mindanao, o el haitiano, Langlois.
-Las sedes más importantes del mundo dejan de ser cardenalicias por derecho y, con esa decisión, se le rompe el espinazo a una de las estrategias de los carreristas: ascender hasta diócesis consideradas cardenalicias, donde, tarde o temprano, esperaban recibir la birreta. Y ano hay sedes de primera y de segunda.
José Manuel Vidal