El Vaticano, casa de la Teología de la Liberación

La Teología de la Liberación entra en el Vaticano. Y con todos los honores. Durante décadas los teólogos de esta corriente estuvieron marginados y muchos de ellos eran considerados cuasi herejes. Pero no se rindieron, se mantuvieron fieles en la mística de la resistencia activa. Y, ahora por fin, de la mano de Francisco llega su rehabilitación. Ya era hora.

Llevaba décadas sin franquear el umbral del Vaticano. A la TL se la acusó de todo. Desde comunista a quintacolumnista. Pero sus geniales intuiciones fueron entrando, poco a poco, en el corazón de las bases eclesiales. Desde la opción preferencial por los pobres, a la lucha por a justicia. Y de su seno salieron, durante estos años, uno de los ramilletes más granados de teólogos de renombre y con obra: Gutiérrez, Boff, Sobrino, Betto, Bonino, Juan Luis Segundo, Dussel, Richard...y tantos otros.

Con Francisco, la Santa Sede vuelve a ser su casa. El papa recibió primero al padre de esta corriente teológica, el dominico peruano Gustavo Gutiérrez. Y no sólo el papa, sino también el guardián de la ortodoxia, cardenal Müller, que hasta firmó un libro a medias con el teólogo latinoamericano.

Ahora le tocó el turno a Frei Betto. El también dominico brasileño es uno de los referentes más conocidos y prestigiosos de esa corriente. Con una fuerte presencia pública en el primer gobierno de Lula en Brasil y con excelentes conexiones con el régimen cubano y, especialmente, con su máximo líder Fidel Castro.

Francisco le recibió en Santa Marta y mantuvo con él una larga conversación. Sobre el mundo, sobre la Iglesia, sobre el nuevo ciclo que en ella se abre, sobre Latinoamérica y sobre la TL.

Y Betto aprovecho para pedirle la rehabilitación del dominico Giordano Bruno, condenado a la hoguera como hereje, cuando sus tesis teológicas son hoy perfectamente asumibles. Sólo se había adelantado a su tiempo.
Y el papa no se cerró en banda y dejo la cuestión abierta. Sobre todo dejó claro a Frei Betto que el Vaticano tiene las puertas abiertas de par en par para los teólogos de la Liberación y que el propio Papa quiere ser un "padre amoroso" para ellos.

Se terminó la época de los anatemas y las excomuniones. Es hora de hacer Iglesia entre todos, sin excluir a nadie. Y, mucho menos, a los que dan el callo y luchan a pié de obra por la dignidad humana y espiritual de los más marginados, de los preferidos de Dios, de "la carne de Cristo" como suele decir el propio Francisco. Una teología libre, al servicio de la fe. No al dictado del dicasterio o del cardenal de turno.

Es una rehabilitación en toda regla de la TL. Por la vía de los hechos. Sin mensajes grandilocuentes, pero con gestos que, en época de Francisco, hablan y dicen más que mil palabras. La Iglesia de los pobres que quiere Francisco recupera a los teólogos que, durante décadas, estuvieron a su lado y, por eso mismo, quedaron marginados y proscritos. Es hora de alegrarse por ello y agradecérselo al Papa.

José Manuel Vidal
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