Hasta ahora,
el IOR (Banco vaticano) ha sido la madre del cordero de todas las corrupciones vaticanas. Alimentado de dinero sucio, escándalos, connivencias...Un intento de casar a Dios con el dinero. Y eso, como ya decía Jesús, es imposible de matrimoniar evangélicamente. Francisco quiere acabar con esa etapa negra del banco de la Iglesia. Sin radicalismo, pero con firmeza.
La Iglesia necesita medios económicos.
Para mantener en pié el "hospital de campaña" en que quiere convertirla el Papa. Para ser libre e independiente de los poderes de este mundo. Porque sólo así podrá denunciar sus desmanes.
Un Banco vaticano, sí. Pero dedicado a lo que tiene que dedicarse. Un Banco que dé ejemplo.
Una especie de monte de piedad de la Iglesia. Como las antiguas cajas de ahorros del padre Piquer. Un banco limpio y transparente. Un banco para ayudar a los pobres. El banco de los pobres del mundo.
Un banco que jamás vuelva a dejar en entredicho al Papa y a la doctrina social de la Iglesia. Un banco en coherencia con el mensaje de Jesús. Sin líos ni trapicheos. Un banco para hacer obras de caridad y de solidaridad. Un banco que recoja la solidaridad de los católicos y la encauce hacia los que más la necesitan. Un banco al servicio del papa y de la Iglesia.
Otro paso más en la primavera de Francisco, que hasta se atreve a ponerle el cascabel al gato de los dineros.
José Manuel Vidal