En la bella Santander
Entre los asistentes, varios clérigos, como nuestro bloguero, Juan Jáuregui, o el vicario judicial de la diócesis, Andrés Villar. O laicos comprometidos, como el Secretario del consejo de pastoral de la diócesis.
Tras la conferencia, muchas preguntas. La gente está muy interesada en saber cuáles son las claves de esta nueva etapa eclesial que está inaugurando el Papa Francisco. La gente está ilusionada, quizás incluso más que el clero. La primavera de Francisco cala. Sus gestos conmueven, sus palabras sacuden conciencias. Y los católicos comprometidos le piden fuerzas y que se dé prisa en activar las reformas. Las mujeres y los laicos, sobre todo, llevan muchos años esperando tener voz y voto en la Iglesia. Pero de verdad. Con una corresponsabilidad reconocida, asumida, buscada y querida.
El sábado por la mañana, el obispo de Santander, Vicente Jiménez, me acogió en su casa, con extraordinaria amabilidad. Allí pude conversar con él, antes de que saliese (conduciendo su propio coche, un pequeño Renault) a una reunión con sus delegados en el seminario de Monte Corbán.
Don Vicente transmire cercanía y bondad. Se parece mucho a Juan XXIII. O, como él mimos recnocía, con sentido del humor, a Manuel Ureña, el arzobispo de Zaragoza: "A veces, la gente me saluda, llamándome Don Manuel".
Moderado y dialogante, no lo tenía nada fácil en Santander, a donde llegó a sustituir a un obispo tan querido como monseñor Vilaplana. Pero con sencillez y, sobre todo, con mucho trabajo y saber hacer, lo está consiguiendo. Y aún tiene tiempo para normalizar las aguas revueltas de la relación episcopado-vida religiosa. Desde que, hace dos años, lo pusieron al frente de la comisión episcopal de la Vida Religiosa, no sólo apaciguó los ánimos, sino que, incluso, acaba de conseguir que la Plenaria de los obispos haya aprobado un documento sobre la Vida religiosa, que se publicará próximamente.
Un documento por el que cosechó un gran aplauso en la pasada Plenaria por parte de todos los obispos. De hecho, cuentan que fue aprobado por todos los obispos españoles casi por unanimidad y sólo cosechó tres votos en contra.
Antes de la entrevista, el delegado de medios, Iñigo Ben Ruiz de Pellón, me pone al tanto de las entretelas diocesanas. Periodista de largo recorrido, me ilustra sobre temas pasados y otros más recientes, como la celebracion (realmente novedosa) de una Asamblea de laicos, que concluirá la próxima semana.
Después, una visita a los estudios de Popular Televisión de Cantabria, que no se sumó al proyecto de 13tv, y, junto a otras televisiones diocesanas, como las de Valencia, Murcia o Galicia, sigue manteniendo su independencia. Con unos 11 trabajadores y dirigida por el incansable Gervasio Portilla, está realizando un extraordinario servicio eclesial.
Diácono permanente casado, Gervasio lleva toda la vida dedicado a los medios (Cope y Popular TV) y se le nota la experiencia, el amor a la profesión y a la Iglesia. Y una dedicación casi absoluta. Durante la semana trabaja dirigiendo la televisión diocesana y los fines de semana celebra la palabra en varias parroquias de la montaña de la zona del Pas. Un auténtico trabajador de la viña del Señor, al que suele acompañar en sus quehaceres apostólicos su esposa, María Teresa.
Santanderinos entregados e ilusionados ante la nueva primavera de la Iglesia, que agradecen y que están dispuestos a apoyar. La Iglesia santanderina camina, sin miedo, hacia el futuro. Con sus problemas y dificultades, pero siempre abierta y dialogante. Apoyada en su buena gente y dirigida por un obispo de los de Francisco, de los que le gusta "oler a oveja".
José Manuel Vidal