Un cura que debería jubilarse

Don Julián López, el obispo de León, buen liturgo y mejor persona, debería tomar la decisión de jubilar o mandar a un monasterio al cura Jesús Calvo, párroco de El Burgo Ranero. Por inhumano, inmisericorde y antievangélico. Un cura no puede decir de nadie (ni siquiera del socialista Zerolo) que el cáncer que padece es un "castigo divino" y que le está bien empleado. Eso no se le puede desear ni al peor enemigo. Y un sacerdote se supone que no debe tener enemigos.

Hasta ahora, las salidas de tono de este cura tan especial tenían siempre que ver con su ideología fascista. Es un reconocido miembro de la Falange y hace gala de ello ante cualquier medio de comunicación que se lo solicita. Por ideología no se puede condenar a nadie. Ayá él cura Calvo con sus ideas y con su conciencia.

Pero lo de hoy es un pecado, una falta de caridad tan enorme que necesita expiación.

No puede ni debe dejar de ser cura. Pero sí de ejercer el ministerio. Otros muchos han sido castigado por mucho menos. Tampoco pido un gran castigo para él. Simplemente que se le mande a un cenobio a rezar. Y a dejar de escandalizar. Porque estos comportamientos sí que escandalizan a los sencillos.

En la viña del Señor siempre hubo de todo. Y, en la época del Papa de la misericordia, este cura de León predica el castigo divino para los que no son ni piensan como él. Ni su parroquia se merece un cura así. Y menos todavía cuando se pavonea por los medios de comunicación con sus soflamas antievangélicas.

Don Julián tiene que actuar y tomar cartas en el asunto. Mándelo a un monasterio. Por una buena temporada. Y si no se arrepiente, que se quede en el convento. Sin cura de almas, por supuesto. Sólo dedicado a la oración y a la penitencia. Le hará un gran favor, monseñor. A él, a sus feligreses y a nuestra Iglesia.

José Manuel Vidal
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