De la encíclica de Lampedusa a la de Cerdeña
En Cagliari le esperaban como un salvavidas. Para gritarla al mundo su miseria y su desesperación. Y nada más llegar, el Papa se reunió con los obreros, los parados y los campesinos. Y como siempre, primero escuchó sus problemas, sus quejas, su llanto. Y, después, se levantó para hablarles.
Y, como es habitual en estos eventos, llevaba un discurso preparado. Pero este Papa no es amigo de los formalismo ni de los ritualismos. Escucha de verdad y trata de responder desde las entrañas de su alma. Por eso, comenzó diciendo: Tenía este discurso preparado, pero os voy a hablar desde el corazón. Y sin papeles, improvisando, fue dando rienda suelta a sus pensamientos y a sus ideas.
Pocas veces vi un espectáculo igual: Un Papa emocionado, antes miles de personas emocionadas, invitándolos a no rendirse. Más aún, a rebelarse contra la situación injusta del paro. Porque, "sin trabajo no hay dignidad". Parecia un Papa-Che Guevara. Un Papa revolucionario, desafiando a los poderes de este mundo.
Porque Francisco no se contentó con darles ánimo ni decirles bonitas palabras. Incluso recordó que eso es lo que suelen hacer algunos eclesiásticos al uso. Y fue más allá. Pasó a la denuncia directa de las causas del paro y de la pobreza. Y le puso nombre y apellidos: El sistema económico global.
Y, después de señalar al culpable, invitó a la gente a unirse con Él, para hacerle frente, para luchar contra él, para desenmascararlo. Una invitación clarísima a la rebelión social. A no resignarse, a no conformarse. porque todos juntos, nosotros, como pueblo, todos unidos podemos revertir esta situación injusta, dijo una y otra vez.
Se le notaba tan dolido...Por el presente e, incluso, por sus recuerdos del pasado. Y por eso, ante los desesperados recordó a su padre, el italiano que tuvo que salir a Argentina en busca de pan y dignidad.
A este Papa le duele el dolor de la gente. Y le duele por dentro. Y a ese dolor no le pone cataplasmas. Va a las raíces. Da esperanza, pero sin paternalismo. Se implica, reconoce sus limitaciones y pide la unión de todos para derrotar al enemigo: el sistema económico global, el gran ídolo de hoy.
Y la gente, en Cagliari, lloraba. Y quizás en su corazón pensaba que éste si es un líder fiable, una aotoridad moral que predica y que da trigo. Un hombre auténtico, que no se esconde en formulismos, que invita a la esperanza, pero luchando por ella. Todos juntos, solidariamente. Un Papa-Che, un Papa-Ghandi, un Papa-Francisco.
Estoy deseando que se edite el video con el discurso improvisado del Papa. Una página única, un momento histórico. Una intervención para enmarcar. Dios habla por la boca del profeta-Papa, que no se esconde ni tiene miedo.
¿Cuánto durará?, me preguntaba un amigo cura, tras ver juntos en la tele la intervención del Papa. ¿Cuánto tiempo le dejarán los grandes poderes de este mundo? Se está significando demasiado. Ya no habla con medias palabras. Y tiene credibilidad. Está poniendo en riesgo el chiringuito de los grandes de este mundo. ¡Y eso nunca lo consintieron a nadie! Quizás tampoco a Francisco, por muy Papa de los pobres que sea.
Y, además, lo tienen fácil. Francisco no se esconde. va pecho descubierto, sin coches blindados y da de lado continuamente a su aparato de seguridad. Los tienen fácil. Pero, si lo elimina, corren el riesgo de convertirlo en mártir y dotarlo de una fuerza de arrastre todavía mayor.
¡Que Dios te bendiga y te guarde, Papa valiente!
José Manuel Vidal