Ni habla ni deja hablar
La jerarquía española y extranjera sabe ya, desde hace años, que para poder hablar o dar una conferencia en Madrid tiene que avisar y obtener el permiso del cardenal Rouco. Por eso, muchos obispos optan por no venir a Madrid. Y los que vienen piden permiso. Sólo algunos cardenales se atreven a saltarse esa prohibición. Pero los valientes son pocos, incluso ahora cuando la estrella del purpurada madrileño palidece por estar de retirada.
El caso es que, tras asistir a la primera ponencia, la de monseñor Celso Morga, me acerqué a saludarlo y a pedirle una breve entrevista, que me concedió de inmediato. Siempre atento y afable, monseñor Morga me saludó cariñosamente y se puso a mi entera disposición. Pronto publicaremos la entrevista que nos concedió.
Quise hacer lo mismo con el cardenal Erdo, pero como no lo conocía personalmente, decidí seguir el conducto reglamentario y le pedí a la secretaria del acto que le dijese al cardenal que quería entrevistarlo. La muchacha se fue primero a decírselo a Javier Prades, el rector de la San Dámaso, y a Roberto Serres, el decano de Derecho Canónico.
Como nadie me decía nada, decidí acercarme al cardenal. Me presenté y le dije si podía hacerle unas cuantas preguntas. Me contestó que sí, que encantado. Y, en ese instante, intervinieron al alimón Prades y Serres, para decir que, en ese momento no, que el señor cardenal tenía que ir a tomar café. Y se lo llevaron en volandas y a toda prisa. Mientras se iba, el cardenal me hizo un gesto como diciendo que esperase, que volvía.
Pero no volvió para la entrevista, sino para asistir a la segunda ponencia. Antes de que entrase Erdo de nuevo en el aula magna, se acercó la secretaria de la Jornada y me dijo que el cardenal húngaro no tenía previsto hacer declaraciones. "¿Pero si me acaba de decir que sí?", objeté ya un poco mosqueado. Y me callé de inmediato. La muchacha no tenía culpa alguna.
Al final de la segunda ponencia, me acerqué de nuevo a Erdo, le pregunté si podía atenderme, y el purpurado húngaro movió la cabeza negativamente y me hizo un gesto como diciendo: "Lo siento, pero no puedo, no me dejan". Y me quedé compuesto y sin la entrevista.
O Rouco directamente o sus colaboradores (Prades y Serres)tomaron la decisión de "aconsejarle" al cardenal que no hablase conmigo. Rouco y sus colaboradores me impidieron ejercer mi trabajo. Un ejempo más de cómo entienden en el arzobispado de Madrid el ejercicio de transparencia informativa que está pidiendo Francisco.
Mal por Rouco y por sus "amigos" que, en vez de facilitar el trabajo de los medios, lo obstaculizan. Y eso que fuimos el único medio que estuvo presente durante toda la Jornada. Sólo al final de la jornada llegó Laura, la corresponsal religiosa de Europa Press. Y que yo sepa, fuimos el unico medio que hizo una crónica del acto.
En vez de agradecerlo, Rouco y los suyos impidieron mi trabajo. Mal por Rouco y los suyos. Y regular sólo por el cardenal Erdo. Si un cardenal da una palabra y dice que encantado de responder a unas preguntas, no puede plegarse después a los "consejos" de Rouco y su entorno, por muy anfitriones que sean. Entre la deferencia hacia el anfitrión y el cumplimiento de la palabra dada, yo al menos no tengo dudas. Erdo, en cambio, no se plantó y prefirió quedar bien con su colega.
Rouco (al que vi mayor y, sobre todo, triste) pensaría haber ganado una vez más. Cuando, en realidad y en conciencia, ha perdido una vez más. Ya sabe, señor cardenal, que esas cosas no se hacen o no deberían hacerse. Ni a mi ni a nadie. Hay que respetar el trabajo de los profesionales, monseñor, que es tan digo, al menos, como el suyo. Andar con esas pequeñas venganzas no dicen nada bueno de usted.
Y si no se enteró, si todo fue una decisión de Prades y Serres, dígamelo y estoy dispuesto a contarlo, lo mismo que acabo de contar todo lo demás.
En cuaquier caso, si no fue directamente usted, qué pena de colaboradores. Altos colaboradores, que quizás, porque creen conocerlo, se adelantan a sus deseos. Le temen tanto que son más rouquistas que usted. Le hacen un flaco favor, aunque usted también es responsable por elegirlos y por mantenerlos.
Y si tanto usted como ellos creen haberme hecho una "faena", sepa (ya lo sabe) que la faena se la hicieron a la transparencia, a la libertad de información y de acceso a las fuentes y a la propia institución. Nuestros millones de usuarios se quedarán sin poder leer y escuchar al cardenal húngaro y sus explicaciones sobre el próximo Sínodo. ¡Qué pena, señor cardenal!
José Manuel Vidal