La homilía dialogada del Papa

El Papa visito hoy por la mañana una de las parroquias de la periferia romana. Se le notaba en su salsa: encantado, divertido, satisfecho, contento y siempre sonriente. Como un párroco. Se transforma al contacto con la gente. No escapa, no rehuye el contacto físico. Se acerca, no se cansa de estrechar manos y de dar besos. Con su natural simpatia y espontaneidad seduce y, en las distancias cortas, transmite bondad y amor. Ése es el secreto del Papa.

Recibido por una bella bienvenida del párroco, que le presentó a su parroquia de la periferia, de esas periferias que tanto le gustan al Papa. Y comenzó la misa. Como la de cualquier parroquia que, en este mes de mayo, celebra las primeras comuniones. Y con el Papa metido a párroco de una parroquia de la periferia romana.

Y ese traje le sienta como un guante. Un Papa que sabe sintonizar hasta con los niños de la primera comunión. Y, con ellos, mantuvo una homilía dialogada. Nada menos que sobre el misterio de la Trinidad. Explicándoselo, entre preguntas y respuestas. Y pidiendo que contestasen a sus preguntas más alto. El Papa pregunta, responde, interactúa y cuenta historias y bromas. "Jesús nos ayuda en las dificultades...y también a la hora de hacer los deberes,¿verdad?", les decía a los pequeños.

Primeras comuniones con niños y niñas vestidos todos iguales: con sus túnicas largas blancas. No hubo novias ni princesas ni marineritos. A todos los niños (unos 50) les saludó, les besó, les dio la comunión y escuchó emocionado (e inclinado en profunda oraciín ante ellos), como le bendecían con el cántico de Francisco.

Y bendecido por ellos, les volvió a decir que el cristiano tiene que bendecir siempre: decir bien de los demás y de Cristo. Mientras, de fondo, sonaba un bello canto con guitarras: "Francesco vai, repara la mia casa".

Un Papa adorable, que se hace querer, que se deja querer. Un Papa catequista, que rezuma a Dios con su mera presencia.

Muchos de nuestros obispos, muchos de nuestros curas tan encorsetados ellos, con sermones tan etéreos que no dicen nada, que no llegan a nadie, tendrán que ponerse al día y conectar con Roma. Muchos de nuestros obispos y curas tendrán que dejar de ser funcionarios, para ponerse al servicio del pueblo de Dios. Tendrán que bendecir, pero también dejarse bendecir por sus fieles. A algunos les va a costar adecuarse a Roma. Pero es lo que toca. Si Juan XXIII abrió las ventanas de la Iglesia, el Papa Francisco está abriendo sus puertas...para que no se vuelvan a cerrar.

José Manuel Vidal
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