La hora de gobernar con decisiones
Con los gestos diseñó el tipo de pontificado que quiere. Marcó su hoja de ruta. Señaló sus prioridades. Y ya sólo eso está empezando a "mosquear" a los tira-piedras de turno. Y, por supuesto, produce cierto malestar indisimulado en curas, obispos y cardenales que habían vuelto a vivir como "señores". Como los obispos-señores de antes del Concilio.
Muchos recordamos (la veteranía es un grado), cómo nuestros obispos regresaron convertidos del Concilio. Y pusieron en marcha en sus diócesis la nueva dinámica postconciliar. Entre otras muchas cosas, transmitieron la ilusión de aquella primavera a sus curas y a sus fieles y, para dar ejemplo, dejaron sus palacios, recortaron sus puntillas, dejaron sus cochazos...Se hicieron pastores normales, de esos que "huelen a oveja".
Tras la elección de Juan Pablo II, cambiados los aires romanos, la involución galopante comienza a instalarse en la institución. Y los obispos dejan sus pisos para volver a los palacios y a los chóferes y a los grandes coches y a la gestión de una diócesis como una empresa, a encerrarse, a vivir de cuatro frases hechas, a estigmatizar a los que seguían predicando una Iglesia auténticamenet conciliar (y, por lo tanto pobre). Y el clima se fue enrareciendo. Los curas del Concilio fueron perdiendo influencia y casi estaban resignados a que su modelo eclesial desapareciese.
Los nuevos cachorros, los curas del polo y del alzacuellos instauraban, a marchas forzadas, una Iglesia ritualista, de seguridades, de cumplimiento, de moralina, de funcionarios...Ya no olían a oveja, sino a Armani. Curas del cocdrilo...y de las puntillas y el incensario y los ritos infinitos...Alejados de las penas y ls alegrías de la gente. Acusando a sus mayores de "demasiado temporalistas" y de que su modelo había fracasado.
Pero llegó la renuncia profética del Papa Ratzinger, que desencandeó un proceso de profunda revisión eclesial. Y 115 ancianos reunidos en el cónclave se hicieron eco del sentir de las bases y del pueblo de Dios y eligieron a un Papa del fin del mundo, que puso en marcha la primavera. Una nueva primavera de la Iglesia. Y la ilusión ha vuelto a renacer en la gente, en el pueblo y en los curas mayores. A los más jóvenes, a los cachorros les va costar asimilar el nuevo modelo eclesial. Fueron educados para otra cosa. Para oler a incienso. No para oler a oveja...Los costará el cambio...
Una vez puesta en marcha la primavera (y tras las fiestas de la Semana Santa), al Papa Francisco le toca empezar a marcar la pauta con decisiones de gobierno. Empezando por su propia casa. Urgen cambios claros y evidentes en la Curia romana. Sin dejar demasiado tiempo a los "lobos" a que se puedan agrupar. Para demostrar, con hechos, que al Papa Francisco no le tiembla el pulso a la hora de cumplir una de las tareas que le puso el cónclave: limpiar la Curia. ¡Mucha suerte, Santidad!
José Manuel Vidal