Los vientos han cambiado,
la nao eclesial ha detenido su ciar, el capitán ordena largar por la borda lastres innecesarios y la cabuyería enmarañada e inútil. Nuevamente se toma arrancada. La marinería, gozosa, sonríe silente; !!Ya era hora¡¡. Volvemos a navegar, avante poco -aún-. El aire fresco limpia de gases ponzoñosos toda la nave. Hasta las sentinas van perdiendo su hedor.
Se respira limpio. Ya no facheamos o ciamos. Claramente, El Armador ha decidido que el nuevo capitán que Él ha elegido reordene "el puente". Los cambios entre "la oficialidad" auguran una travesía sin imprevistos, sin sobresaltos.
La niebla se diluye. La estrella polar ahora nítidamente visible nos da una aproximación muy alentadora sobre nuestra posición.
La incipiente aurora nos trae la promesa de tomar una mueva meridiana que confirmará nuestra situación.
Nuevamente navegamos al rumbo debido y, fundamentalmente,
sin guiñadas.
Arri-Ate