Una presentación de tronío
En nuestro "negociado" de los libros religiosos sólo recuerdo haber vivido algo parecido en la presentación del libro de SM con Pagola, Martín Velasco y Dolores Aleixandre en Comillas. Con la diferencia que, en aquella ocasión, lso protagonistas eran tres. Y en ésta, la convocante era sola una: Isabel Gómez Acebo. Y no sólo lo consiguió, sino que, además, el acto se convirtió en una especie de homenaje a una mujer creyente que tanto hizo, durante todos estos años, por la fe y la Iglesia. Nunca ocultó sus creencias y siempre se mostró públicamente orgullosa de intentar ser una seguidora de Jesús y del Reino. Entre los ricos y los pobres. Enhorabuena Isabel.
Mi aportación a la presentación del libro de Isabel
Doña Pilar de Borbón, Don Marcelino Oreja, Juan Pedro Castellanos, director de Khaf, querida Isabel, amigas y amigos:
“Bendito seas, mi Señor, por el hermano sol, la hermana luna y la hermana Isabel y su libro 'Francisco, el pañero de Asís'”...
Hay personas y situaciones que nacen con buena estrella. Tocadas por Dios, bendecidas por la Providencia.
El libro de Isabel G. Acebo ha conseguido esta conjunción astral-providencial: por el relato en sí mismo, por el tema abordado, por la coyuntura eclesial y por la personalidad de la autora.
El libro en sí mismo es una gozada de novela histórica. Bello por dentro y por fuera. Con una bonita portada, bien empaquetado, bien impreso, que se lee de un tirón, que nos hace evocar universos perdidos y reencontrados. Sentimientos profundos y sentir, al leerlo, el paso suave de la brisa de Dios en nuestras vidas.
El tema abordado es un clásico que nunca se agota. Francisco de Asís es un icono global. Tanto geográficamente como por el simbolismo que encierra. Poco como él. Ni siquiera hay muchos santos que puedan presumir de encarnar la pobreza, la solidaridad, la hermandad y la ecología. Un santo pluridimensional, que seduce, atrae y nunca pasa de moda. El santo del “Repara mi Iglesia”. Un santo radical que apunta con su vida y su testimonio al núcleo del Evangelio de Jesús. ¡Se parece tanto al Nazareno...!
Un bello relato sobre un icono, pues, y que, además, nace en el momento exacto. Publicado hace ocho meses no sería lo mismo. Porque hace siete meses y tres días llegó al Vaticano un “papa del fin del mundo”, que se puso por nombre Francisco. Y con ese simple gesto se ganó, de entrada, la benevolencia del mundo y, especialmente, de los italianos reunidos aquel día en la Plaza de San Pedro y que creían que, después de dos papas extranjeros, ya iba siendo hora de que el papado regresase a sus manos.
Querían un italiano y les llegó un argentino. Pero, en pocos minutos, su decepción se trocó en benevolencia primero y en esperanza ilusionada después. Porque el primer papa Latinoamericano había elegido llamarse Francesco. El nombre mágico, el talismán.
En apenas siete meses, Francisco consiguió hacer resucitar a una Iglesia que había tocado fondo con el Vatileaks, los cuervos, las intrigas y las manzanas podridas del clero, para convertirla en la institución de referencia mundial. En la única institución global que, en medio de esta crisis de de sentido, ha conseguido reinventarse y sintonizar de nuevo con las “penas y alegrías” de la gente de hoy.
Francisco, el Papa de la revolución tranquila, que predica con el ejemplo, que desimperializa el papado, que abraza, seduce y vuelve a atraer a la gente hacia una Iglesia de la ternura y la misericordia. El Papa de la sonrisa que parece estar siempre feliz. El Papa de la bondad y de la normalidad. El Papa que está haciendo realidad el “repara mi Iglesia” del pañero de Dios.
En definitiva, el Papa de la primavera. Una primavera eclesial que está siendo posible gracias a Isabel (y a gente como ella). Gente que, durante años, no ha claudicado, no ha tirado la toalla, no se ha dejado asfixiar por la imposición de un modelo único, exclusivo y excluyente de ser Iglesia. Isabel, como otras muchas teólogas y teólogos, ha permanecido fiel en el anuncio y en la denuncia. Y como todos los profetas que denuncian y anuncian, Isabel también se ha dejado jirones en la gatera eclesial.
De Roma llega un nuevo tsunami eclesial. Pero, fiel a su estilo creyente y elegante, Isabel, como otros tantos, no pasa factura ni pide revancha. Sólo respira más y mejor. Muchas de las cosas que ha estado diciendo durante todos estos años y por las que algunos quisieron excluirla de la comunidad eclesial, resulta que las está proclamando, alto y claro (a este papa se le entiende todo) el propio Francisco. Este Papa, Isabel, nos pasa por la izquierda, sin ser de izquierdas ni de derechas. Quizás sea el Papa del centro, el de los creyentes comunes y sencillos. Con él, construiremos, si Dios quiere, una Iglesia más inclusiva, más evangélica, con menos poder, y más femenina.
Isabel, como otros muchos, ha sido “partera” de esta nueva nueva primavera franciscana. Y, ahora, con su novela, le aporta una flor más. Una novela que es un himno al Poverello. ¡Una gozada de novela!
Como editor, es un deber y un placer recomendárselo vivamente. Lo tienen a la salida. No se agolpen, hay para todos. Enhorabuena, Isabel. Paz y bien.
José manuel vidal