La prueba del algodón
La mayoría franciscana episcopal tiene el poder en sus manos. Sólo tiene que ejercerlo en forma de voto. Sin tutelas rouquianas ni delegaciones en lo que piense, diga o quiera el Cardenal. Romper amarras, vencer inercias antiguas y pasadas, enterrar definitivamente el miedo.
Ha pasado la hora de la vieja guardia y de sus modos y maneras. De sus modales desabridos. Dicen que los obispos (la mayoría franciscana) lo tiene fácil a la hora de apostar por una sucesor de Camino: pensar en alguien diametralmente opuesto a él. Tanto en la forma como en el fondo.
El nuevo secretario debería ser un hombre de consenso, de comunión, de menos protagonismo personal, que no suplante a los obispos, que modere en silencio, que aglutine voluntades. Alguien que sacrifique lo personal en aras de lo comunitario.
Alguien que transmita una cara amable, tranquila, serena, tierna y misericordiosa de la Iglesia española. Que lleve en el bolsillo siempre la "Misericordina" que receta el Papa Francisco.
Un portavoz que portavocee de verdad, sin esconderse y sin tratar a los instrumentos necesarios e imprescindibles, que son los periodistas de los diversos medios, como amigos y nunca como enemigos. Que se gane a pulso y a diario la confianza o, al menos la benevolencia, de los altavoces mediáticos profesionales.
Sin los periodistas, que vierten en forma de titulares y noticias los mensajes de los obispos, la Iglesia no puede hacerse presente en el panorama mediático nacional. Y ya se sabe que lo que no sale en los medios no existe. Una nueva cara para la Iglesia española. La necesita con urgencia. Nos jugamos mucho en ello. ¡Que ustedes lo voten bien, señores obispos!
José Manuel Vidal