"Monseñor Cobo tendrá que replicar en Madrid la primavera de Francisco" Los retos del cardenal Cobo
"Un nombramiento que le señala como el hombre del Papa en España. Formando dupla con Omella. Éste, en Roma y Cobo, en España"
"Se le acumula al trabajo al nuevo arzobispo madrileño. Tanto en Madrid como en España. El Papa le quiere para dirigir la Iglesia española que, hasta ahora, se ha mostrado reticente a seguir sus decisiones y sus procesos"
"El nuevo arzobispo sabe los defectos y las virtudes (y hasta los pecados) de sus sacerdotes. Pero ellos también saben los suyos"
"Cobo tendrá que ser más firme sobre todo en marcar directrices y en la elección de sus colaboradores más cercanos"
"El nuevo arzobispo sabe los defectos y las virtudes (y hasta los pecados) de sus sacerdotes. Pero ellos también saben los suyos"
"Cobo tendrá que ser más firme sobre todo en marcar directrices y en la elección de sus colaboradores más cercanos"
Cambio de ciclo en la archidiócesis de Madrid. Tras los pontificados de los cardenales Rouco y Osoro, llega a la capital de España José Cobo (Sabiote, Jaén, 1965) que, con sus 57 años, se convierte en uno de los arzobispos más jóvenes de los 12 obispos y arzobispos de toda la historia de la archidiócesis y en el segundo que pertenece al clero madrileño, junto a Casimiro Morcillo, nacido en Chozas de la Sierra (Madrid). Y, además, desde ayer mismo, cardenal.
Francisco juega fuerte y, además, de nombrar cardenales a Artime, Fernández o a Prevost, entre otros, le concede también la púrpura al neoarzobispo de Madrid, que ayer mismo iniciaba su ministerio y que, como él mismo dice, aún estaba asimilando lo de Madrid. Un nombramiento que le señala como el hombre del Papa en España. Formando dupla con Omella. Éste, en Roma y Cobo, en España.
Una nueva estrella eclesial rutilante y formateada en la era Francisco. Tantos honores en tan poco tiempo. Y sin buscarlos. Por eso, lo eligió Francisco. El Papa tiene prisa y manda un aviso claro a los prelados españoles que pronto tendrán que elegir a su nueva cúpula. Su nombre para presidente es Cobo. Lo puede decir más alto, pero no más claro.
Se le acumula al trabajo al nuevo arzobispo madrileño. Tanto en Madrid como en España. El Papa le quiere para dirigir la Iglesia española que, hasta ahora, se ha mostrado reticente a seguir sus decisiones y sus procesos. ¿Le harán caso los obispos españoles o seguirán enrocados en los rancios planteamientos de la vieja guardia?
¿Cuáles son los retos principales a los que tendrá que hacer frente a lo largo de un pontificado destinado a durar unos 20 años?
Hasta ahora, Madrid (seguida de Barcelona) era el culmen del escalafón eclesiástico patrio. Estaba, pues, destinada a ser ocupada por un arzobispo con experiencia contrastada y méritos pastorales consolidados. Francisco, el sepulturero del carrerismo y del clericalismo, rompe la espina dorsal de las tradiciones clericales y nombra para la diócesis más importante del país a un ‘simple’ obispo auxiliar. Y, además, del clero secular madrileño.
“Nadie es profeta en su tierra”. Lo dice Jesús en el Evangelio y, quizás, por eso, la Iglesia no suele nombrar obispos de la misma diócesis que van a regir (sólo recuerdo en España el caso del obispo de Murcia, José Manuel Lorca) ni siquiera párrocos del mismo pueblo donde han nacido. Pero también hay excepciones.
Es cierto que monseñor Cobo no nació en Madrid, sino en Sabiote (Jaén), pero cursó todos sus estudios eclesiásticos en Madrid, donde se ordenó sacerdote y, por lo tanto, forma parte del presbiterio de Madrid a todos los efectos. Para lo bueno y para lo malo.
Por ejemplo, el nuevo arzobispo conoce a todos sus curas. Por su nombre y su apellido, su pasado y su presente. Y como decía Rouco en Santiago, “ésos son los bueyes con los que el obispo tiene que arar”. Es una de las ventajas del nuevo arzobispo. Porque, Madrid cuenta nada menos que con 2605 curas (en datos de la propia archidiócesis de 2019): 1.200 del clero secular y 1405 del clero secular. Para entendernos, los primeros son los curas diocesanos y los segundos, los religiosos.
Como es lógico, Cobo conoce bien a todos sus curas diocesanos y no tan bien a los religiosos, que vienen y van, y muchos de ellos no están al tanto de parroquias u otras obras diocesanas. El nuevo arzobispo sabe los defectos y las virtudes (y hasta los pecados) de sus sacerdotes. Pero ellos también saben los suyos.
El estamento clerical se conoce perfectamente entre sí. Son funcionarios de lo sagrado. Muchos han coincidido en el seminario durante años y otros en las diversas parroquias de la diócesis. Todos conocen los vicios y las virtudes de los demás, el pie del que cada cual cojea y hasta sus vicios más ocultos. De hecho, el cotilleo clerical es uno de los máximos defectos del sacerdocio, como bien denuncia el Papa Francisco en repetidas ocasiones.
Además de conocer en profundidad a cada uno, el nuevo arzobispo también conoce a la perfección los distintos lobbies o grupos de poder, la tendencia eclesial a la que cada uno pertenece y defiende. Y hasta el Papa al que rinden pleitesía, los teólogos que leen o los movimientos eclesiales o de espiritualidad con los que más y mejor comulgan.
Sabe perfectamente el nuevo arzobispo que, en Madrid, existen cordadas o grupos de curas, que se caracterizan por seguir un mismo modelo de Iglesia encarnado en diferentes obispos o Papas. Por ejemplo, no todos en Madrid son de Francisco al cien por cien. Los hay de Benedicto y de Juan Pablo II. Sabe perfectamente Cobo que muchos curas en Madrid son ‘de Rouco’, es decir los que se identifican con la vieja guardia, con los tiempos que ellos llaman gloriosos, con un arzobispo del ordeno y mando, que les quería formando una piña y en orden de batalla para luchar contra los enemigos de la Iglesia: el mundo en general y la izquierda en particular.
También hay un grupo (quizás menor), que se identifica con el cardenal Osoro y su intento de dar un rostro amable y misericordioso a la Iglesia madrileña. O dicho de otra forma, un sector de curas formados en las entrañas del Concilio Vaticano II, que suelen coincidir con los de más edad, frente a un sector mayoritario formateado en los seminarios de la época de la involución, que sueñan con ser sólo y exclusivamente funcionarios de lo sagrado, para dedicarse a la mera sacramentalización.
“Osoro no ha hecho los cambios que pensábamos iba a hacer. A lo mejor es que no le han dejado, pues el clero de Madrid es muy conservador. Yo creo que ése es el reto con el que se va a encontrar José Cobo”, dice Daniel Barbero, cura de Madrid, que actualmente está de párroco en Fuente de Pedro Naharro.
Lo explica, de otra manera, el párroco madrileño Antonio Nadales Navarro: “Pienso que monseñor Cobo debe ser pastor y padre de todos, antes que clérigo. Cuidar a los débiles y pobres como tantos curas jubilados que no cuentan para nadie, e igualmente a la feligresía, que van como ovejas sin pastor, y a los seminaristas, cuidando formar pastores antes que curas carreristas. Los curas jóvenes solo saben esconderse en el clergiman y no se exponen: no vayan a faltar a la castidad”.
Y concluye: “Más caridad y menos autodefensa. Más evangelización y menos piedad y sacramentos. Que tenga cuidado con los curas extranjeros, porque no están inculturados y muchos vienen a trepar. Que largue a todos los vicarios y busque gente valiosa entre los arciprestes, que a éstos los eligen sus compañeros, y que no se venda a los movimientos religiosos. Que ponga al que vale y no al que te venden. Que mire a Jesús más que a Roma y que el Espíritu Santo le sostenga en sus preciosas alas”.
Y en la misma tesis coincide el párroco de La Cañada, Agustín Rodríguez:
“Su primer reto, que es el gran problema de la Iglesia hoy, es la clericalización, no sólo en los clérigos, sino también en los laicos. Necesitamos romper esa historia y desclericalizarnos”.
Por eso, a juicio de este cura de uno de los barrios más empobrecidos de Madrid, “el segundo reto de Cobo es la resistencia a la desclericalización. Y para eso, primero tenemos que convencernos de que tenemos un problema. Hay muchos curas negacionistas, que nos acusan de querer secularizar a la Iglesia. Si Cobo lo intenta, se encontrará con una fuerte oposición. Osoro se alineó con Francisco en la pastoral sectorial, pero hay mucho clero que todo lo que está planteando Francisco no lo ve y no lo quiere”.
También es consciente monseñor Cobo que tanto el seminario como la Universidad San Dámaso necesitan un buen pase por la Ratio fundamentalis. Porque todo el mundo sabe que los seminarios españoles (y el de Madrid entre ellos) son de los más conservadores de Europa, junto a los polacos. De hecho, el Papa acaba de enviar a España una visita canónica inédita, encargada a los obispos uruguayos Milton Luis Tróccoli y Arturo Eduardo Fajardo, con el objetivo de "impulsar la puesta en marcha de la 'Ratio Fundamentalis'", el nuevo plan de formación de los futuros sacerdotes, y su versión española 'Formar pastores misioneros'.
La norma busca cambiar así el modelo de formación de los seminaristas, para tratar de apartar el rigor de épocas pasadas, ya que en España más de una cuarta parte de seminaristas estudia en centros de los kikos o del Opus Dei. Por otra parte, también busca cerrar los centros en los que haya menos de cinco candidatos, o en otro caso, los que están integrados por centenares de futuros sacerdotes.
Por su parte, la Universidad San Dámaso, fundada por Rouco contra viento y marea y a pesar de que el número los estudiantes de Teología desciende sin parar, sigue controlada por Comunión y Liberación, que lleva sus riendas desde su creación. Y no parece dispuesta a soltarlas.
Ser de todos, pero marcando línea
Cobo sabe bien que el gran fracaso (o acierto, según quien lo juzgue) de su amigo y mentor el cardenal Osoro consistió en que quiso ser de todos (uno de los lemas de su pontificado), pero sin marcar línea. Y eso le llevó a ser condescendiente e incluso a colocar en puestos de responsabilidad a clérigos que todo el mundo sabía que pertenecían a la vieja guardia pretoriana del cardenal Rouco, al que siguieron rindiendo pleitesía.
Aleccionado por esa experiencia vital, vivida en primera persona, Cobo tendrá que ser más firme sobre todo en marcar directrices y en la elección de sus colaboradores más cercanos. Tiene la edad de su parte y cuenta con un pontificado largo, para ir conformando una Iglesia diocesana realmente en salida y alineada con la primavera de Francisco.
Al final, Cobo está llamado a implementar en la diócesis de Madrid la misma revolución de Francisco. A todos los niveles. Por eso, tendrá que replicar en la curia madrileña los mismos cambios implementados por el Papa en la romana: desclericalizarla, llenarla de laicos y, sobre todo, convertirla en un servicio a la diócesis y no en puestos para los clérigos carreristas.
Otro de sus retos será cambiar a fondo el tipo de parroquia y pasarlas a todas, por fin, de centros meramente sacramentalizadores y encerrados en sí mismos, a centros de culto, sí, pero abiertos a los barrios, encarnados en su realidad, atentos a la vida de la gente.
Para eso, el nuevo arzobispo tendrá que cuidar, mimar y estar muy cerca de los curas, pero exigiéndoles que se adapten a las nuevas líneas pastorales. Curas cercanos, amables, encarnados, que sermonean poco y comparten la vida de la gente, con sus penas y alegrías. Una Iglesia samaritana, que atraiga por el testimonio.
Cobo tendrá que cuidar la obra social de la institución, especialmente a Cáritas, la joya de la corona, buscar a los jóvenes y ofrecerles sentido a sus vidas (no a las de sus abuelos), sobre todo en temas morales. Y, para ello, tendrá que pescar fuera de la pecera de la sacristía o de los meros movimientos afines super-chachi-guay, como Hakuna y similares.
El mundo de la cultura es otro de los retos pendientes: convertir la Iglesia en la casa acogedora de artistas, como lo fue durante tantos siglos, favoreciendo el arte y sin poner límites a su creatividad.
Además de sanear a fondo la economía diocesana y las finanzas, Cobo tendrá que poner todo el enorme poder económico de la archidiócesis al servicio de los pobres y de una Iglesia maestra de misericordia con todos, especialmente con los más empobrecidos y tirados en la cuneta de la vida.
El cardenal Osoro le dejó abierta la puerta al ámbito político, con una relación fluida y cordial con el mundillo político, pero quizás tenga que ahondar más en la denuncia profética, para recordarles que su deber prioritario es servir al pueblo y luchar por la amistad social y el bien común. Por eso, su voz tendrá que resonar alta y clara cada vez que los políticos con sus leyes pisoteen la dignidad de la persona y las posibilidades de vida de los más desfavorecidos. Sin miedos a las eventuales represalias, sin nada con lo que lo puedan chantajear y sin plegarse jamás a sus falsos intereses disfrazados de defensa del pueblo.
Para poder defender los derechos de los pobres, Cobo tendrá que poner en marcha una buena política comunicativa, siempre creativa y proactiva. Lo ideal es que pueda marcar su propia agenda comunicativa y, para eso, tendrá que convertirse en una ‘estrella’ mediática, a la que quieran acudir los grandes medios de comunicación, porque quieran encontrar en él alguien que dice verdad y vive de acuerdo con ella.
Y desde Madrid y desde su puesto preeminente en la Conferencia episcopal, el nuevo arzobispo tendrá que hacer todo lo posible para que la cadena de los obispos (cope) no sea la voz del gran telepredicador, Carlos Herrera, casado con las derechas y que, desde el púlpito de la Iglesia defiende, en numerosas ocasiones, iniciativas y leyes opuestas a las de la Doctrina social de la Iglesia, apoyando el periodismo insultón y provocador de barra de bar. Todas las proclamas episcopales no contrarrestan las soflamas del predicador de las ondas que repite, desde la emisora de los obispos, lo contrario de lo que ellos y el Papa sostienen.
En definitiva, monseñor Cobo tendrá que replicar en Madrid la primavera de Francisco y, con sus palabras y, sobre todo, con sus gestos, cambiar la imagen de la institución e intentar reflotar su credibilidad. Para ello, como dice Agustín Rodríguez, “tendría que apoyarse en personas que tengan una gran capacidad de diálogo y buscar, para ayudarle, a personas con un talante muy dialogante y que crean firmemente que las cosas tienen que cambiar”.
Le hará falta, sin duda, mucha ayuda de sus diocesanos y del Señor. En tu Misericordia, confiar y servir es el lema episcopal de monseñor José Cobo y así lo explica él mismo: “Viendo un poco el trayecto de mi vida y lo que quería, extraigo dos cosas fundamentales, que son el confiarme a la misericordia de Dios y el servir, que es lo que Asís despertó en mi vocación. Porque confiar y servir son los objetivos que han argumentado mi vida y mi vocación sacerdotal y, por lo tanto, es mi fortaleza, lo que puedo ofrecer ahora mismo a la Iglesia y a la comunidad cristiana”.
De hecho, con su escudo episcopal ha querido expresar cuatro ofrecimientos y cuatro gestos que le han marcado: “En el centro hay una Cruz con las cinco llagas del Resucitado, que ha sido una referencia en mi vida. Después una campana, porque su misión es convocar al pueblo de Dios en los buenos y en los malos momentos, y estar ahí. Abajo, una jofaina: desde la obligación sacerdotal, la significación del lavatorio siempre me ha conmovido. Creo que colocarse de rodillas y lavar los pies de los otros es lugar de aprendizaje del discípulo, de donde nace la Eucaristía y la Iglesia. Y, por último, una muralla rota con una estrella al fondo”, en alusión al descubrimiento de la Virgen de la Almudena, y a la patrona de su pueblo, la Virgen de la Estrella. La fachada de la catedral de Madrid recuerda dónde fue ordenado sacerdote en 1994, y la diócesis donde va a servir como arzobispo.
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