La revolución espiritual de Francisco
En clave espiritual y dirigido a todos los creyentes hay que interpretar el ya famoso discurso a la Curia romana, en el que señala los 15 males que secan la vida espiritual del creyente.
Es verdad que quizás hiciese mil años que un Papa no hablaba así delante de sus cardenales curiales. Se parece al discurso que San Bernardo, en el siglo XI, se atrevió a pronunciar ante el Papa Eugenio III, fustigando los vicios de la Iglesia "in capite et in corpore".
Con parresía, los 15 males del alma fustigados por el Papa traen ecos de la espiritualidad ignaciana. Y, sobre todo, hunde sus raíces en el núcleo del Evangelio de Jesús: la lucha contra el poder, que seca el alma, sólo se gana con una unión profunda e íntima con Cristo. Y eso vale para todo cristiano y, por supuesto, también para toda persona con carisma de servicio al pueblo de Dios.
En la Curia, como entre los cristianos hay prelados llenos de fe, esperanza y caridad, que se desviven en el servicio a los hermanos, a la Iglesia y al Papa. Pero también abundan los carreristas, los que persiguen el poder por encima de todo. Y, con su discurso, Francisco demuestra que no pierde la esperanza de reformar también la Curia. Para que pase de ser "una orquesta desafinada" y que "provoca autodestrucción y fuego amigo" a una auténtica comunidad de seguidores de Jesús, en una comunión de pecadores perdonados. En un ejemplo y espejo donde se puedan mirar todas las demás curias diocesanas, parroquiales y de movimientos y asociaciones.
Estamos acostumbrados a encasillar al Papa Francisco en sus intervenciones morales y sociales, cuando la mayoría de sus proclamas son espirituales. En esa clave hay que leer los quince males (las quince plagas de Rosmini) de la Iglesia, que se dan en todas partes: parroquias, movimientos, asociaciones y curias de todo tipo. Y su raíz es siempre la misma: la falta de oración y de vida sacramental, la pérdida de la vida espiritual.
Una pérdida de espiritualidad que, lógicamente, se plasma después en la vida poco ejemplar de los cristianos o en la vida de funcionarios de muchos clérigos, que se convierten en simples administradores y se alejan de la vida de la gente. La denuncia del Papa es, pues, una invitación a la conversión, al cambio de vida de todos los creyentes. Ésta es la más difícil revolución. Pero sin ella no podrá llegar la primavera de Francisco. Pero el nacimiento del Niño-Dios demuestra, año tras año, que lo imposible se hace posible.
José Manuel Vidal