La semana decisiva del Papa reformista y mendicante

De las palabras y los gestos, que tanto nos ayudan a esponjar el alma, a los hechos, que son su consecuencia. El Papa Francisco se enfrenta a una semana decisiva, que pasa fundamentalmente por la primera reunión con el "G8" cardenalicio y por su viaje a Asís. Y con alguna sorpresa más que afectará directamente a la archidiócesis de Madrid. Una semana para poner fina a lo que el teólogo Bernardo Pérez Andreo llama "la gran tentación de la Iglesia": dejar de ser mediación para convertirse en mediadora, a través de lo que el Papa denunciaba recientemente como "el acoso espiritual, manipular la conciencia, un lavado de cerebro teológico".

La denuncia demoledora del papa de que la Iglesia quiere (y no puede ni debe) suplantar a Cristo se plasma en su estilo de ejercer el papado durante estos 7 meses escasos. Ha convertido el Vaticano en una parroquia y se ha convertido a sí mismo en el Papa-párroco de Roma y del mundo. Ese cambio, unido a su forma elegante de ponerse la sotana de la pobreza y de la austeridad ha abierto el horizonte a la esperanza de una institución que había tocado fondo con los escándalos de la pederastia y de las luchas de poder (Vatileaks) en el Vaticano.

Con su reunión con el G8, el Papa pone en marcha la colegialidad, vivida en Roma, empezando por el propio Papa, y que tendrá que ir calando en toda la Iglesia. Son las dos asignaturas pendientes del concilio: colegialidad (o sinodalidad, como dice Francisco) y corresponsabilidad. Colegialidad en el ejercicio del servicio eclesial (que no poder). Volverán por sus fueros las hasta ahora desactivadas conferencias episcopales. Volverán los consejos presbiterales y parroquiales. Volveremos a sentirnos todos Iglesia. Y con voz y voto en ella. Sin pirámides. En una Iglesia pueblo de Dios.Una Iglesia circular.

A eso apuntará la reforma de la Curia, también. Una Curia servidora, colegial, que no ejerza sus funciones en clave de poder, que no dé miedo a los obispos cuando tengan que ir a Roma. Y para eso, el Papa tendrá que cambiar su composición y, sobre todo, su actitud y su mentalidad. Una Curia que, como dice el cardenal Marx, uno de los 8, "no vuelva a dañar la imagen ni la reputación de la Iglesia, como lo estuvo haciendo durante décadas".

Y, al final de la semana (con la reforma de la Curia en marcha y activada la "sorpresa" madrileña), Francisco, el Papa mendicante irá a Asís. A postrarse a los piés del Poverello. A dejar claro, una vez más, que si eligió su nombre, también quiere dejarse impregnar e impregnar a la Iglesia con su testimonio y con su estilo. El estilo del "repara mi Iglesia".

José Manuel Vidal
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