El vasco Pagola y el estadounidense John P. Meier
Hay entre estas dos obras una diferencia que puede deberse al distinto currículo de sus autores. Mientras Meier se ha dedicado exclusivamente a la investigación, Pagola ha sido durante muchos años vicario general de la diócesis, lo que le ha obligado a dedicar menos tiempo a la investigación libresca para entregarse a tareas que implican el contacto cotidiano con las personas y problemas del mundo real. Así pues, la obra de Meier es eminentemente científica y especializada; en realidad ha publicado ya cuatro tomos de la misma en la edición inglesa y probablemente habrá alguno más. En cambio, el libro de Pagola es un solo tomo que, sin merma del rigor científico, es más pastoral y accesible. Pero el enfoque y la metodología de ambos son los mismos.
Las dimensiones de la obra de Meier permiten a éste exponer extensamente esta metodología en su primer tomo desde la página 1 hasta la 201, lo que Pagola hace de forma resumida. Dice así Meier en las primeras líneas de la introdución (vol. 1, pag.1): "Por el Jesús histórico entiendo el Jesús que podemos recuperar, recobrar o reconstruir utilizando los instrumentos científicos de la investigación histórica moderna". "Este Jesús histórico será siempre un constructo científico, una abstracción teórica que no coincide ni puede coincidir con la plena realidad de Jesús de Nazaret". "Mi método sigue una regla sencilla: prescinde de lo que la fe cristiana o la enseñanza posterior de la Iglesia dicen sobre Jesús". (Cito y traduzco la edición inglesa de la obra A Marginal Jew, vol 1 Doubleday, New York, 1991; vol 2, 1994; vol 3, 2001; vol 4, Yale University Press, 2009).
Entoces, ¿cuál es la finalidad de su trabajo de recuperación de esa "abstracción histórica"? Para explicarlo, imagina Meier un "cónclave no papal" de cuatro historiadores especializados en el siglo I (un católico, un protestante, un judío y un agnóstico), a los que se encierra en una biblioteca, de la que no saldrán hasta que, basándose en fuentes y argumentos históricos, hayan acordado un documento sobre quién fue Jesús y cuáles fueron sus intenciones en su propio tiempo y lugar. Se obtendría así, dice, un documento reductivo, sí, y minimalista, pero que estaría abierto a la verificación de toda persona que utilice únicamente los métodos históricos. Tendríamos un borrador de lo que "toda persona razonable" podría decir sobre el Jesús histórico. "Esta limitada declaración de consenso", añade Meier, "…es el modesto objetivo de este trabajo".
Esta metodología de la aproximación histórica, que Meier explica extensamente en el tomo 1 (pág 1-201), la vuelve a recordar al comienzo de los tomos 2 (pág 4-6) y 3 (pág 9-12), mientras que en el tomo 4, como si estuviera contestando a los detractores de Pagola, insiste en que este Jesús histórico no pretende ser "el Jesús real (la realidad total de todo lo que dijo e hizo durante su vida), ni tampoco el Jesús teológico, objeto de la reflexión sistemática basada en la fe cristiana" (tomo 4, pág. 12). Trata de ser la figura histórica sobre la que estarían de acuerdo los especialistas del "cónclave no papal". Y pone un ejemplo. Estos especialistas estarían de acuerdo en que Jesús "padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado", palabras que figuran en la confesión de fe de la Iglesia, pero testimonian también un hecho histórico afirmado por los historiadores romanos Flavio Josefo y Tácito, además de por numerosas fuentes cristianas independientes entre sí. Lo que no aceptarían como historiadores es que "por nosotros los hombres y por nuestra salvación… y por nuestra causa fue crucificado…".
Con estos presupuestos, Meier presenta una imagen del Jesús histórico que es muy similar a la de la "aproximacion histórica" de Pagola. Es más, en algunos puntos "delicados", como los hermanos de Jesús o la virginidad de María después del parto, puede ser incluso más radical. Ambos autores utilizan la misma metodología. Meier analiza de forma más detallada las fuentes históricas y todos los episodios de la vida de Jesús para extraer de esas fuentes lo que se puede remontar hasta los años más cercanos a ese tiempo. Pagola lo hace de forma más resumida, pero citando en sus abundantes notas las opiniones de los investigadores más importantes que han tratado estos temas.
El documento de consenso, lo que toda persona razonable -creyente o no- podría admitir como conclusión de esa criba histórica, es decir, la imagen del Jesús histórico a la que llegan ambos autores, es prácticamente la misma: un hombre de su tiempo que, basándose en una viva experiencia de Dios e intimidad con Él, anuncia que, en su persona y en las obras que realiza, se hace presente el Reinado de Dios, que consiste sobre todo en la acogida de los pecadores y excluidos, la liberación y sanación de las personas y la esperanza de una vida plena en Dios. Evidentemente esta frase no pretende resumir los importantes rasgos históricos que aparecen en los cuatro tomos de Meier, ni los amables matices de Jesús que destaca Pagola, pero, en realidad, son estas características no eclesiásticas de la persona de Jesús, históricamente comprobables, las que molestan a los censores.
Ahora bien, con el libro de Pagola todos sabemos lo que ha pasado, la persecución a que ha sido sometido y, por último, su retirada por orden de… ¿quién? En cambio, de la obra de Meier, se han publicado cuatro tomos en EEUU con el imprimatur de la diócesis de Nueva York (el del cuarto tomo lleva la fecha del 16 de diciembre de 2008), y sus tres primeros tomos han sido traducidos al español y publicados en cuatro tomos por la editorial católica del Verbo Divino, con todos los permisos y sin que ningún miembro de la jerarquía española haya dicho nada. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Por qué las autoridades eclesiásticas españolas aprueban la pubicación de la traducción de la obra de Meier, lo que implica que, como las americanas, entienden y aceptan su metodología, pero, en cambio, encienden sus hogueras inquisitoriales contra el libro de Pagola?
Cabe pensar que no es probable que ningún miembro de la citada jerarquía haya tenido las sentaderas suficientes para tragarse los cuatro tomos de Meier con sus miles de notas. Una característica común de los censores es la pereza intelectual: no hace falta leer mucho para condenar. Es más, tal vez ni se hayan enterado de su existencia. Sin embargo, ¿por qué condenan a Pagola? Si este libro lo hubiera escrito un teólogo de cualquier otra diócesis de España (que los hay y buenos, y muchos que están de acuerdo con Pagola), ¿habría ocurrido lo mismo?
Pagola no es estadounidense, es vasco. Y no sólo eso, ha sido durante muchos años vicario general del tan denostado y, frecuentemente calumniado, por el nacionalismo español, Mons. Setién. ¿No será que con esta persecución se trata de dar la puntilla a lo que durante unos decenios ha sido la Iglesia vasca? Una Iglesia que, tras haber plantado cara al franquismo, ha elevado su voz con autoridad en defensa de su pueblo durante los años de la tan cacareada democracia. ¿No será que tratan de hacer tierra quemada de esa Iglesia, para implantar la que hacen prever los últimos nombramentos episcopales?
Si es así, amigo José Antonio, lo siento por ti. Te ha tocado pagar. Pero, como dicen en la tierra de nuestros estudios, questo non finisce qui. Son innumerables los amigos que están contigo y los lectores -creyentes o no- en los que fructificará la palabra de tu libro. Y, sobre todo -tú lo sabes mejor que nadie- está la esperanza del grano de trigo que da fruto, del resto que renacerá y de tantas otras imágenes bíblicas que te ayudarán en estos momentos tan duros.
Carlos Aizpurua (Noticias de Guipuzcoa)